John Carlin, brillante escritor y periodista, escribía en su última columna dominical sobre la ola de puritanismo que recorre nuestro fútbol, empeñado en desterrar el lenguaje obsceno, insultante y ofensivo de las gradas de nuestros estadios. Para el autor de ‘Invictus‘, esta nueva campaña no es más que la justificación de la existencia de la Liga Profesional o la mismísima Comisión Antiviolencia. Quizá considere que llamar maricón a un jugador, borracho a una estrella, acordarse de la madre del árbitro o de una Comunidad Autónoma, son signos que definen a un deporte llamado fútbol, al menos en España y, por tanto, dignos de ser preservados o incluso considerados Patrimonio Cultural. Quizá también cambie algo su forma de ver las cosas el conocer estas edificantes frases de apoyo a un presunto maltratador.
‘No fue tu culpa, era una puta, lo hiciste bien’ Esto cantaban los ocupantes del Gol Sur del estadio Benito Villamarín mientras salía del campo el futbolista Rubén Castro, acusado por su antigua novia de malos tratos y amenazas y para quien la Fiscalía pide dos años de prisión. Con la presunción de inocencia por delante, ¿considera John Carlin aceptables estos cánticos o forman también parte del folclore futbolero que algunos censores de la moral pública se quieren cargar para justificar su salario?
El fútbol español no es violento. En el fútbol español hace muchos años que no se ven las denigrantes imágenes de hooligans borrachos destrozando calles y armando gresca. Sin embargo, el hecho aislado de la quedada mortal que acabó en Madrid con la vida de un seguidor ultra del Depor, destapó las vergüenzas de un sistema de control en el que falló clamorosamente todo. Acción-reacción. Fuera ultras, controles exhaustivos, dispositivos policiales propios desmesurados y, como guinda, inspectores que vigilan el uso académico del lenguaje en las gradas. Todo para hacer olvidar el fracaso que supuso esta muerte y para justificar que algo se hace para acabar con la violencia. Todo esto pasará. Ya verán que con el paso del tiempo los ultras volverán, el control en los vomitorios se relajará y las sanciones por insultar desaparecerán. Lo que, por desgracia, tardará en desaparecer es la mala educación de esos padres que ríen cuando sus hijos llaman ‘hijo de puta’ a un jugador rival o esos aficionados que insultan a una mujer maltratada. Ese es el problema de verdad.