O nos va la marcha o nos encanta vivir rodeados por la polémica estéril, pero ya huele el debate de la sede de la Final de Copa, todo un clásico por estas fechas y que cuesta mucho entender por qué a estas alturas nadie se ha tomado la molestia de resolver siendo muy simple su solución. Es tan fácil como decidir desde el primer día la fecha, la hora y el escenario o, más drástico, consensuar, como ya hace tiempo hacen otros países de nuestro entorno, una sede permanente para estos grandes acontecimientos deportivos. Pero no. Por aquí seguimos empeñados en alicatar los cuartos de baño de los estadios justo la semana de Copa.
Tiene razón Joan Gaspart cuando pide al presidente del Madrid que sea claro y diga que no quiere que el Barça dispute la final en el Bernabéu y se deje de excusas ridículas. Sería mucho más honesto y seguramente sería una postura mayoritariamente compartida por los socios y aficionados del club blanco. Nada tan sencillo como volver la oración por pasiva e imaginar un Camp Nou con cincuenta mil seguidores del Real Madrid, con sus cánticos y sus banderas, ocupando la mitad de las gradas del estadio barcelonista. Oiga, que en mi casa invito a quien me da la gana, que para eso tengo el derecho de admisión y su presencia me resulta non grata.
Dado que ni el señorío ni el seny cotizan últimamente al alza, quizá sea un buen momento para que la Federación Española, organizadora, no lo olvidemos, de la Final de Copa, se decida a poner punto y final a este repetido sainete, aunque para ello sería fundamente encontrar a un presidente con tiempo para dedicarse a estos menesteres, ya que el actual está acorralado por los dineros públicos de complicada justificación, con el aparato del Estado señalándole con el dedo acusador y con su continuidad en el sillón presidencial cada día más comprometida. Curioso país el nuestro que para limpiar el fútbol tiene que recurrir al Decreto-Ley o al Tribunal Administrativo del Deporte. No aprendemos…