Decía el capitán del Atlético de Madrid en una reciente entrevista que la plantilla rojiblanca no tenía el mismo nivel que los planteles de Real Madrid o Barça. Una gran verdad, por mucho que moleste. No es casual que, por ejemplo, en los últimos 11 años los dos grandes hayan acaparado 10 ligas, 7 el Barça y 3 el Madrid. El Atlético fue la excepción, como anteriormente fueron también excepciones Valencia o Deportivo. Así está montado este negocio, por mucho que nos vendan que nuestra Liga es la mejor competición del planeta fútbol.
Nuestra competición está diseñada para que los dos equipos grandes se sitúen en la cúspide de la pirámide. Un sistema que siempre beneficia al grande para convertirlo año tras año en más grande, aumentando la diferencia con el resto. Jamás podrá haber una competencia justa y sana desde el momento en el que tres cuartas partes de la tarta televisiva se reparte entre dos, mientras que los demás se quedan con las migajas ¿Puede haber igualdad en un torneo en el que Barça y Madrid perciben casi 160 millones cada uno y, por ejemplo, Valencia o Atlético ingresan cerca de 50 por los derechos de televisión? Del resto, mejor no hablar.
La hegemonía económica conlleva todo lo demás. Cuanto más poderoso e importante es un club, mayor apoyo institucional recibe, mejor tratamiento informativo tiene (pregúntense por la última vez que su equipo salió en portada de un periódico deportivo nacional o abría un programa deportivo en televisión) y más capacidad de influencia en la instituciones deportivas se tendrá, con lo que se cierra un círculo que no es perfecto porque, y ahí está su pequeña ironía, dependerá de la competencia o incompetencia del dirigente de turno para gestionar este ingente patrimonio. Salvo ese pequeño detalle, el sistema funciona para que ganen los de siempre. Y falla muy pocas veces…