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¡Qué grande es el fútbol! Homenaje a los jugadores del Racing

El fútbol es algo grande, único, contradictorio, histriónico, capaz de actuar en ocasiones como tranquilizante, otras como modelo y unas cuantas más como laxante de las peores y más bajas pasiones. El fútbol es capaz de darnos momentos lacrimógenos como el del Balón de Oro y otros, incluso más emotivos, como el de las lágrimas de un seguidor del Racing. El fútbol es un nido de golfos oportunistas, trileros y estafadores, al tiempo que alberga a gente abnegada que dedica el tiempo que tiene y que roba a su propia vida para conseguir hacer un poco más felices a los demás. El fútbol tiene un rostro brillante, siempre maquillado, glamuroso, de coches caros, hoteles lujosos y vuelos privados, de contratos que en un mes se gana lo que una persona normal gana en toda una vida de sudor y lágrimas; y otro rostro feo, sucio y desagradable de nóminas sin pagar, viajes en autobús de miles de kilómetros, de pedir prestado a la familia para pagar el alquiler, de futuro incierto. El fútbol tiene a héroes que gastan fortunas en peluquería y héroes que no saben si llegarán a fin de mes, pero que marcan goles tan importante, o más, que los de sus colegas que ocupan un día tras otro portadas en la prensa deportiva.

El fútbol es tan contradictorio que es capaz de vivir en la opulencia del que se gasta 200 millones por un solo futbolista, posiblemente procedentes de la venta de los derechos de televisión, mientras que se reclama un 10% de rebaja salarial a los trabajadores de una de las plataformas que ofrecen los partidos porque la empresa es un saco sin fondo de pérdidas. El fútbol es tan impredecible que a veces, solo a veces, 400 millones de euros de diferencia presupuestaria no se notan en un terreno de juego, once contra once, durante noventa minutos. Por eso se producen los ‘Alcorconazos‘ o que un equipo de segunda B, histórico donde los haya, en horas bajas y en las peores manos posibles, sea capaz de doblegar a equipos con más presupuesto y seguramente mejores plantillas. Al menos, al corriente del pago de sus nóminas. Por no hablar de ese fútbol juguetón, que ofrece momentos impagables como el de un madridista confeso, Juan Gómez-Jurado, deseando que el Atlético de Madrid gane la liga. Vivir para ver.

El fútbol tiene también su punto de malicia cuando, como dice el refrán, ‘da dientes al que no tiene pan’. Mientras hay jugadores que trabajan duro, sufren, caen, se levantan e intentan no caer otra vez para aprovechar su momento, hay otros que viven instalados en la indolencia de quien parece tener la vida resuelta y les da igual todo, como pudo verse anoche en Pamplona con Coentrao y su empeño, ya sin disimulo, por marcharse del club que tan bien le paga por hacer tan poco. También el fútbol muestra en ocasiones su lado generoso ofreciendo una segunda oportunidad a jugadores a borde del desahucio profesional y que se agarran como náufragos a un tronco y nadan con todas sus fuerzas hasta lograr llegar a la orilla, como los Godín, Miranda, Gabi o Raúl García, rescatados por el capitán Simeone, a quien están devolviendo con creces la confianza depositada. Ojalá el fútbol sea igual de generoso con los Mariano, Rubén Durán, Miguélez y compañía y les permita seguir soñando con seguir ganando partidos y, ya de paso, cobrar los salarios atrasados, que de gloria no se paga la cuenta en el Carrefour de Santander.

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