El día en el que nuestros adorados compañeros de los Servicios Informativos ponen su atención en un tema de deportes, échate a temblar. Mal rollo. Y si son tertulianos, ya no te quiero ni contar. Vaya, eso sí, nuestra más profunda admiración para tan abnegado colectivo. Se ganan la colaboración con creces ya que no debe de ser nada sencillo para una catedrática de Derecho Internacional, por poner el caso, hablar de la dimisión de Rosell, enlazar con la burbuja del fútbol español, seguir con la indecencia de la petición del indulto de Del Nido, para poner la traca a tan completa mañana con la crisis de Ucrania, el análisis de la Encuesta de Población Activa y las optimistas previsiones de Cristine Lagarde en el Foro de Davos. Todo por el mismo precio, pero la misma vehemencia y la misma convicción. Y después, a dar clase a la Universidad con la satisfacción de deber cumplido. Yo de mayor quiero ser como ellos.
Es de celebrar que la intelectualidad del periodismo patrio (inciso: el periodismo deportivo siempre ha sido considerado como la hermana pobre de la información, reducto de vividores, escasamente preparados, nada rigurosos y rellena programas a conveniencia. Género menor. Fin de la cita), es de celebrar, decía, que por fin se hayan caído de guindo en el que vivían nuestros sesudos compañeros. Aunque tarde, acaban de descubrir que el fútbol es un negocio sobredimensionado, plagado de gestores infames, temerarios, rayando con la delincuencia en muchos casos, que vive muy por encima de sus posibilidades, con más trampas que una película de chinos y con unas deudas para un par de generaciones o incluso tres ¡Qué escándalo!, afirman tras el descubrimiento ¡Cómo se pueden pagar por un jugador casi 200 millones de euros!, braman echándose las manos a la cabeza ¿Es que no hay nadie que controle las finanzas, los contratos o la economía de los clubes?, señalan con cara de perplejidad ¡Y encima los mafiosos de los presidentes piden al Gobierno el indulto para uno de los suyos, condenado por chorizo!, vociferan en el estudio de radio, acercándose peligrosamente al paroxismo.
Queridos compañeros de informativos, estimados tertulianos, muchos de vosotros asiduos visitantes a los palcos VIP de los estadios de fútbol: bienvenidos al apasionante mundo del fútbol, un calco de la vida real de este país. Tenéis mucha razón cuando os parece un escándalo pagar estas cantidades por un futbolista, a fin de cuentas, un tipo que se gana la vida dando patadas a un balón, y las indecentes comisiones que van quedando por el camino pero, decidnos, ¿qué diferencia veis entre el contrato de un jugador profesional y el contrato de adjudicación de unas obras municipales? Os llama la atención que la mayoría de presidentes hayan firmado una petición de apoyo al indulto de José María del Nido pero, contadnos, ¿qué diferencia hay entre este indulto y el solicitado para aquellos políticos condenados por corrupción que siguen manteniendo sus actas de diputado o concejal y, ni por asomo se han planteado la posibilidad de dimitir? Os perturba que se gasten millones de euros en un jugador cuando el fútbol debe a Hacienda o a la Seguridad Social miles de millones, pero, ¿qué diferencia hay entre un club y una empresa televisión pública con unas cuentas que son lo más parecido a un agujero negro de todo lo que se ha saqueado? Os sorprende, con razón, la ausencia de control en los negocios del fútbol, pero, ¿dónde estaban quienes tenían que supervisar para impedir que se vendieran las preferentes y colapsara el sistema bancario español? Asombrosos parecidos entre el fútbol y el día a día de este país, ¿no? Como dijo aquel, el fútbol no deja de ser más que un reflejo a pequeña escala de todo lo que sucede en nuestra sociedad.