Un futbolista vale lo que tú quieras pagar por él. Es muy posible que un jugador como James Rodríguez no valga el dineral que el Madrid ha pagado al Mónaco, pero si hay un Florentino Pérez que considera que este futbolista vale los 80 millones que se han pagado por él, pues bien pagados están, ¿no? ¿Acaso no compramos camisetas de 60 euros o más con el nombre de nuestro jugador favorito en la espalda, sin importarnos que vale 6 euros de coste, o que ha sido confeccionada por una señora o puede que un menor de edad, que cobra al mes lo mismo que tú estás pagando por la camiseta que tienes en las manos? Son muchos los que han criticado al presidente del Madrid por la conveniencia o no, en estos duros tiempos que vivimos, de gastar 80 millones en comprar a un solo jugador ¿Demagogia o críticas de bufanda?
El aficionado al fútbol español, salvo excepciones, tiene el perfil de seguidor comodón, resultadista y fácilmente manipulable por las élites dirigentes, con la inestimable colaboración de unos medios cada día menos independientes del poder deportivo. Un socio de club se enciende cuando le suben el abono anual o mantenimiento no le cambia la butaca cuando se rompe. Se cabrea cuando un árbitro perjudica a su equipo en un partido. Le molesta la falta de compromiso de sus jugadores cuando se pasean por el campo o no llegan a un balón por no correr como se espera que tienen que correr. Sin embargo, lee con tedio, suponiendo que termine el primer párrafo, la memoria anual del club y las cuentas de la sociedad. Le aburren el Cash Flow, el Ebitda, los Activos o las Acciones Preferentes. Los balances contables son un asunto menor cuando puedes presumir de una nueva Liga. Un chollo para presidentes de club y accionistas mayoritarios para soslayar el farragoso trámite de tener que dar explicaciones sobre cómo consigues el dinero y, sobre todo, en qué te lo gastas.
La conversión de los clubes de fútbol en sociedades anónimas iba a ser la solución perfecta para el despilfarro y la gestión suicida de los equipos. Nada más lejos de la realidad. Los Consejos de Administración han seguido perpetrando las mismas barbaridades financieras y llegado a nuestro fútbol, una vez más, al borde del abismo. Solo cuando la situación es límite y la amenaza del descenso está a punto de ser ejecutada, es cuando el personal reacciona, se manifiesta por las calles y se indigna de verdad. Demasiado tarde. El mismo aficionado, ahora indignado, posiblemente no asistió jamás a una Junta General o a una Asamblea de socios para preguntar por cómo se gestionaban los dineros del club de sus amores ¿Creen ustedes que los seguidores del Madrid están preocupados por los 80 millones de James Rodríguez? Seguramente, no. Bien empleados están si con ello ganan de nuevo la Liga, quedan por delante de Barça y Atleti y pueden presumir de contar con un jugador que ha brillado en el último Mundial. Ya habrán quien se ocupe de los números, ¿no?