La salida de Xabi Alonso del Real Madrid el pasado verano fue uno de esos misterios sin resolver archivado en la carpeta de ‘asuntos pendientes’. Lo normal es que un jugador sueñe desde su más tierna infancia con jugar en el Madrid y que lo mejor del mundo mundial es lograr vestir la camiseta blanca. Lo extraño es que un futbolista decida salir a la fría Alemania para hacer el camino contrario después de haber tocado la gloria. Lo cierto es que nunca se explicó del todo bien la salida de Xabi Alonso al Bayern, salvo la colección de tópicos habituales en estos casos que conducen a los lugares comunes del cambio de aires, nuevos horizontes y demás. Hasta hoy.
El que fuera el dandy del Madrid, la clase personificada en centrocampista, el cerebro que hacía funcionar la máquina del Bernabéu, el caballero andante del madridismo, se ha convertido en miembro honorífico de la galería de los horrores blancos, de su club de apestados y desagradecidos, de personas non gratas de la esencia blanca. Solo un ingrato se atrevería a cuestionar el Balón de Oro para Cristiano. Solo un loco de atar sería capaz de afirmar que Manuel Neuer se merece ese ‘prestigioso’ galardón. Solo un tipo con una jarra de cerveza de litro podría decir que el guardameta del Bayern, sí, señores, el mismo que se comió cinco en las semis de la Champions del curso pasado, es el mejor portero del Mundo. No se puede ser ni más rencoroso ni peor persona.
No deja de ser curioso lo previsible que es este negocio de la prenda deportiva y cómo funciona. La salida de Alonso causó cierta conmoción por inexplicable: jugar en mejor equipo del mundo, en la mejor liga del mundo y recién conquistada la Copa de Europa y decidir respirar aire nuevo no cuadra mucho. Nadie se lo explicaba y menos Ancelotti, que dibujó una uve con su ceja que casi le llegó a la coronilla cuando pidió explicaciones. Meses después, tenemos la respuesta: ni Alonso era un jugador tan imprescindible, ni tan valioso ni tan apreciado por el vestuario. Es más, nos susurran al oído como si fuese una confidencia guardada en un cajón a espera de poder salir: no se llevaba bien con casi ningún compañero ¡El acabose! La verdad tarda, pero siempre sale. Como la porquería. Como las presuntas infidelidades con una cantante de moda. Todo vale.
Nadie en su sano juicio, salvo que seas Xabi Alonso, vestido de bávaro y con una jarra de cerveza, sería capaz de alabar públicamente a un compañero de equipo, decir Neuer es el mejor guardameta con el que has jugado y afirmar que sería justo que ganara este año el Balón de Oro. Sin duda, un claro menosprecio hacia Cristiano, hacia Casillas y hacia las más puras esencias del madridismo. Un ataque a la Cibeles, al Bernabéu y a todo lo que se menea. Por eso se marchó a Alemania. Por eso nos hizo un enorme favor. Por eso no le echamos de menos. Lo dicho, así funciona este negocio.