El fútbol es mucho más que un deporte. La mejor prueba es que sobrevive como un muro indestructible a pesar del maltrato diario que recibe por parte de todos, aunque en las últimas semanas da la impresión de que la mano negra tiene prisa por terminar su trabajo de destruir la belleza de este juego simple en el que once tipos se enfrentan a otros once con el fin de meter una pelota en una portería.
Al fútbol lo están matando poco a poco haciendo todo lo posible para provocar la huida de los espectadores. No se dan cuenta de que el circo necesita a los enanos, pero sin público, es un espectáculo muerto. Matan al fútbol los horarios imposibles impuestos por las televisiones y con la dócil servidumbre de los clubes. Gradas vacías, cuentas corrientes llenas. Todo sea por la audiencia y el share. Compartir grada con violentos que seguramente pagan menos que tú por el abono que ocupas y tienen otros privilegios que les convierten en aficionados de primera, con la bendición y el patrocinio de las directivas cobardes. Luego quedan para matarse con otros similares y paga las consecuencias todo un el estadio.
La respuesta a la incompetencia de aquellos que no vieron o quisieron ver lo que iba a suceder fue declarar de alto riesgo un partido sin aficionados del equipo rival, cachear a abuelos y niños, retirar bufandas y paraguas en un día frío y lluvioso y hacer incómodo y desagradable el acto de ir a un campo para animar a tu equipo. Respuesta del aficionado normal: la peor entrada de la temporada. Mientras, el o los que arrojaron al ultra del Depor al río Manzanares, posiblemente se encontraban en la grada disfrutando del partido, provocando al resto de aficionados e ideando la próxima barbaridad, que la habrá, ténganlo ustedes por seguro.
También mata al fútbol que el presidente del fútbol todavía no haya encontrado un hueco para reunirse con el resto de la cuadrilla de la incompetencia, Liga y CSD, para tomar medidas que eviten que en el fútbol tenga acogida la escoria que se aprovecha del deporte, jaleados muchas veces por una prensa irresponsable que fomenta la violencia con titulares que hablan de robos y humillaciones del contrario. Un clima en el que no es de extrañar que aparezca un salvaje que amenaza y agrede a un árbitro de 15 años o unos padres que gritan barbaridades a los niños que disputan un partido de alevines. Y aún así, el fútbol vive.