El Periodismo Veleta de nuestro país está indignado, cabreado, molesto y desencantado con el entrenador del Real Madrid y con sus jugadores más emblemáticos. Ya no es el Gran Carletto, el hábil entrenador capaz de manejar con sabia mano izquierda a un grupo de egos superlativos. Ahora el entrenador italiano se ha convertido en un vulgar alineador al que un guerrillero sin la menor clase, Simeone, le ha dado un baño táctico sin precedentes. Ya no son la única, inigualable, mágica e increíble BBC. Ahora son unas estrellas consentidas que se borraron de un partido como un niño malcriado que se fuma una clase porque está aburrido y prefiere largarse de fiestuki con los colegas. Señores, los gurús del periodismo blanco están fastidiados, muy fastidiados por la derrota en el Calderón, pero más aún por la obscena representación de alegría posterior en el cumple de Cristiano ¡Esto con Bernabéu no pasaba!
Con todo el madridista lamiéndose las heridas tras una derrota humillante, no es de recibo que unos niñatos consentidos hagan ostentación sin el menor pudor de su alegría y felicidad ¡Hasta cantaban! , se quejaban amargamente los sesudos columnistas que ya pedían la cabeza de Ancelotti. La idea, al parecer, es recuperar la costumbre tan española de guardar luto riguroso tras la pérdida de un ser querido y vestir de negro durante años en señal de duelo. Como la Vieja el Visillo. Traducido para los consentidos jugadores, si pierdes un partido, te quedas sin postre, te sientas en la silla de pensar y, a continuación, te metes en la cama sin decir ni mu. Ah, y al día siguiente, entrenamiento con las puertas abiertas para que el aficionado tenga barra libre para el insulto o el comentario hiriente, que para eso ganan un dineral y va en su salario. Es lo mínimo.
Así está el periodismo, señores, criticando con dureza la Fiesta de la Deshonra y a sus protagonistas. Eso sí, nadie ha dicho nada del ejemplo de mala educación de Casillas, desafiante ante el periodista que le preguntó por sus fallos durante el partido; o que Cristiano llamara tonto en la cara a un periodista que tuvo la infeliz idea de preguntar por el incidente de Córdoba. Pero eso no tiene importancia. Entre otras cosas porque nadie se plantó en la sala de prensa del Calderón. Eso sí, que se vayan después de fiesta, es una terrible ofensa…