En la enorme hoguera de las vanidades que es el Madrid, nada es eterno, nada permanece, todo se cuestiona. El héroe de ayer se convierte el villano con la misma facilidad que el presidente baja el dedo pulgar condenatorio para enviar ultimátum al entrenador y a los jugadores señalados a través de los medios amigos. En un poco más de un mes, hemos pasado de acabar hastiados de la campaña pro Balón de Oro para Cristiano a empezar a hacer las maletas al portugués. Ya no rinde, dicen los gurús del palco, y se va de fiestuki después de la humillación en el Calderón, apostillan. Los mismos que antaño perdían la dignidad por hacerse una foto con la estrella, hoy no dudan en repudiarle.
Si repasamos todas las informaciones aparecidas en estos turbulentos días sobre el Real Madrid, dan ganas de apagar la luz y echar el cierre. Tenemos a un presidente harto de los caprichos de sus estrellas, a un vestuario dividido entre los amigos de Cristiano y el resto, incluidos los que no pintan nada. La temida BBC, convertida en Bodas Bautizos y Comuniones, en lugar de uno de los tridentes más potentes y letales del mundo. También tenemos a los cansados de la mano izquierda de Ancelotti, que son los mismos que estaban entusiasmados con la diplomacia del italiano tras el estado de guerra civil en que dejó Mou al club. Y Casillas, el icono blanco con sus defensores en huida libre. Un caso definitivamente perdido para la causa ¿Panorama desolador, no? Curiosamente, todos hablan de entrenadores fallidos, de jugadores que han perdido el compromiso con la camiseta y de crisis de juego. No se mira más arriba. Por ahora. Nadie se libra de los fantasmas del pasado.