Cortesía obliga e imaginamos que ayer, en la sala noble del Santiago Bernabéu, algunos se alegrarían por el éxito sin precedentes del fútbol español en la gala del Balón de Oro, aunque en el fondo más de uno estuviera mortificándose hasta llegar a la urticaria. Normal. Con toda la pasta que te has dejado por el camino, todos los entrenadores que has contratado, todas las cláusulas de rescisión que has abonado religiosamente para llevarte a la flor y nata del fútbol mundial, y te tienes que conformar con dar palmas en los festejos en el papel de eterno segundón. Y lo peor, es que quien gana el premio al mejor jugador es un enano cabroncete que juega como un demonio, feo como otro demonio y portando una chaqueta digna del mejor Lauren Postigo y que no te ha costado un euro, porque le han salido los dientes en la cantera. Y por si eso no fuese ya suficientemente mortificante, el premio al mejor entrenador se lo ha llevado un tipo que se parece al doble de Depardieu en Obelix, el galo gordito que se cayó de pequeño en la marmita de la poción mágica. Definitivamente, la vida no es justa y no entiende de seres superiores.
Hace unos cuantos años Florentino Pérez decidió que el estilo Del Bosque, un entrenador clásico, muy tradicional, según palabras del gurú del madridismo, no era válido para el nuevo Real Madrid, el Madrid de la Galaxia, del Glamur y de los éxitos inmediatos. Lo que había hecho hasta entonces Del Bosque en el club blanco no tenía apenas mérito. Cualquiera con dos dedos de frente, abuelas y mediopensionistas incluidos, lograrían los mismos resultados si se les sentaba en el banquillo. Nuevos aires en Chamartín y savia nueva, un estilo más atrevido, acorde a los tiempos de grandeza que estaban dibujados en el horizonte blanco. Pero no, no se ha dado aún con la tecla adecuada, y eso que han pasado ya algunos años, varios directores deportivos y todavía se está buscando desesperadamente en esa zona noble al entrenador nacido para pilotar la nave de la gloria blanca. Por ahora, son ocho los técnicos que han superado la primera criba de esta particular Operación Triunfo Banquillo Blanco, con escaso éxito, todo hay que decirlo, que mucho ruido para tan pocas nueces.
Suponemos que ver a Vicente del Bosque en Zurich recogiendo el premio al mejor entrenador, tras haber sido repudiado en su propia casa, nada más ganar una liga, con la excusa de ser demasiado tradicional y poco tecnificado en estrategia y preparación física -Florentino dixit- no debió de ser agradable para quien hace 9 años adoptara tan sabia decisión, no. El Marqués más insigne de toda Salamanca, aclamado por el planeta fútbol, tras haber logrado con sus toscos y primitivos métodos un Mundial y una Eurocopa con la selección, mientras que el Special One pasaba la fría tarde madrileña viendo entrenar al nene. Un Sapazo Superior que tragarse…y van ya unos cuantos…