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Cuarto Milenio…arbitral

Dice Sergio Ramos, y no le falta un gramo de razón, que España merece grandes arbitrajes porque hay grandes jugadores. Añadiría incluso más: aunque los futbolistas de nuestro país fuesen unos paquetes, con la pasta que le cuesta al fútbol mantener el momio arbitral, deberíamos de tener a lo mejor de lo mejor del gremio del silbato. Al margen de que sea o no rigurosa la expulsión del sevillano en el Bernabéu, o de que también estemos asistiendo al resurgir de la teoría de las conspiraciones para justificar una temporada mediocre del Madrid, sigue siendo cierta la mayor: el arbitraje sigue siendo la asignatura pendiente del fútbol español, por mucho que se empeñen Villar, Sánchez Arminio y demás en vendernos las bondades de este peculiar estamento.

El salario de Angel Villar o saber si los árbitros en España son profesionales o no y cuánto ganan, constituyen uno de los grandes misterios sin resolver de la Humanidad. Estoy por llamar a Iker Jiménez para que haga un programa especial. Si los colegiados son profesionales, entonces malo. El proceso de selección estaría perpetrado por el enemigo, porque se cuela cada elemento por los terrenos de juego con más peligro en las áreas que una piraña en un bidé. Si, por el contrario, estamos hablando de árbitros amateurs compensados, peor. Poner en manos de unos aficionados, que cambian el bricolaje casero dominical por conciertos de silbidos, los multimillonarios presupuestos de este negocio llamado fútbol es, como poco, una verdadera temeridad. Yo no me imagino a un novato sin experiencia o a un experimentado sin control alguno al frente de las finanzas o de las ventas de una cadena de grandes almacenes. Sin embargo, una parte importante del fútbol, depende de las decisiones de unas personas agrupadas en una especie de secta impenetrable.
Es un mundo lleno de paradojas el del arbitraje español. Todos se quejan y critican la escasa calidad de los árbitros, los errores que comenten y las mil veces que resultan perjudicados por sus decisiones. Presionan hasta el límite para que determinados colegiados no se acerquen por su estadio, acusados de crímenes contra el madridismo, barcelonismo o todos los ismos que se les ocurra. Y funciona. Sin embargo, tienen tanto miedo del colectivo arbitral, grandes incluidos, que nadie se atreve a afrontar con seriedad la reforma integral del arbitraje. Los clubes y, por extensión, el resto del mundo mundial, ignora lo que cobran los árbitros, de qué viven al margen del fútbol, cómo se preparan, cómo se forman, se alimentan, juzgan sus actuaciones, con qué criterios, cómo ascienden de categoría y por qué la pierden y, sobre todo, quien es la mano que mece esta oscura cuna. Y lo más gracioso de todo, son los propios clubes quienes patrocinan este enorme y misterioso tinglado ¡Iker, tenemos un problema!

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