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Cuando el Príncipe blanco se convirtió en rana

Iker Casillas era el yerno que toda madre desearía para sus hijas. Un tipo normal en un mundo un tanto anormal. Un chico sencillo, como tú o como yo, con gustos sencillos, al que el dinero y la fama no parecían haber cambiado. Mientras que muchos de sus compañeros parecían estar en competición por ver quién manejaba el coche más caballos o más lujoso, Iker viajaba en un utilitario asequible. Un tío legal, del barrio, que mantenía la cabeza bien amueblada a pesar de vivir con la tentación ocupando la taquilla de al lado del vestuario. Sin embargo, esa imagen de tipo normal chirriaba un poco con los nuevos aires del Madrid, esos nuevos tiempos en los que, por ejemplo, un tal Vicente del Bosque no cuadraba en el nuevo proyecto blanco votado mayoritariamente por los socios. Tampoco parecía pegar alguien que afirmaba eso de que él no era un galáctico, que él era de Móstoles. Se puede imaginar el gesto torcido del inventor de la Galaxia Blanca. Pero ahí aguantó nuestro Iker, porque una cosa es echar por la puerta trasera a un entrenador que se parecía a Obélix y otra bien distinta largar a todo un símbolo del madridismo… hasta que se empezaron a torcer las cosas.

La vida del chico diez cambió cuando se cruzó en su vida una periodista de inmensos y profundos ojos azules que llenaban toda la pantalla de la tele en la que presentaba los deportes. Y de ser portada en los periódicos deportivos, nuestro Iker pasó a figurar en el objetivo preferente de paparazzis, a ser tema de debate en todos los programas de casquería de las teles, incluida la tele amiga en la que trabajaba su nuevo amor, o a ser motivo de chanza y jolgorio cada vez que esos maravillosos ojos abrían la boca en un partido de la selección española. Y llegaron el beso sudafricano, el vivir en una urbanización lujosísima y blindadísima, el compartir vecindario con la galaxia blanca o el no tener un rincón en el planeta donde ser anónimo, con lo que nuestro héroe de barrio se perdió definitivamente para la causa de la normalidad.

Otro factor importante contribuyó a cambiar a la vida de Iker: José Mário dos Santos Mourinho Félix. El entrenador portugués concibe el vestuario como un cuartel, en el que el mando y las órdenes jamás se cuestionan, jamás se contradicen y siempre se cumplen sin pensar. Si te pido que te lances al vacío por un puente, te lanzas. O estás conmigo o estás contra mí, no quedan otras opciones. Un lugar difícil, pues, para tener personalidad. Y llegaron los primeros roces, los primeros enfrentamientos y, lo peor, se hicieron públicos. El vestuario dejó de ser ese recinto sagrado del nuevo Dios blanco a tener más filtraciones que wikileaks, así que la unión jugador-ojos inmensos televisivos se convirtió en sospechosa habitual, todo un chollo para el equipo de palmeros habitual, que empezó a apuntar con su pluma afilada a la figura de Iker. Menos mal que en la grada blanca queda un buen poso de sensatez y se sigue reconociendo el inmenso trabajo y mérito de nuestro héroe de barrio…pero nunca subestimen el poder de la mano que mece la cuna…

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