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Al final juegan los once mismos cabrones 'John Toshack'

Dicen que Mourinho está realmente enfadado con sus jugadores después de los últimos sustos del equipo, con la casi suicida tendencia del equipo a desconectarse de los partidos, teniendo casi que pedir el árbitro la hora del final para no terminar perdiendo ¿Están los jugadores blancos haciendo la cama a Mou aprovechando su más que posible marcha del equipo? Motivo de debate, viejo debate, casi leyenda urbana ¿Puede un vestuario o grupo importante de jugadores hacer todo lo posible para cargarse a un entrenador? Me temo que este asunto es como el de las mordidas y trapicheos entre equipos al final de temporada: haberlos, haylos, pero son indemostrables, salvo que garganta profunda cante y, aún así, tampoco sucedería nada, como ya se demostró con el caso Tenerife.

Hace ya unos cuantos años, el que fuera entrenador del Real Madrid, John Benjamin Toshack, un galés que se autodefinió como un cabrón simpático, comentaba tras un horrible partido en Vallecas: “Los lunes siempre pienso en cambiar a diez jugadores. Los martes, a siete u ocho. Los jueves, a cuatro. El viernes, a dos y el sábado ya pienso que tienen que volver a jugar los once mismos cabrones”. Tres simples líneas para demostrar que el fútbol es cosa de jugadores y que, por mucho prestigio, currículum nombre ilustre que tengas, los que se parten el trasero o no sobre el campo son siempre los mismos: los futbolistas.
Hay muchos ejemplos de casos sospechosos de conspiración, motines encubiertos o transformaciones extrañas y súbitas en el juego de un equipo cuando se ha logrado derrocar al entrenador. Recuerden, sin ir más lejos, lo sucedido con la selección Francesa en el Mundial sudafricano y el motín de Henry, Evra o Anelka contra Raymond Domenech; la Inglaterra de Robson en el Mundial del 86; la Rumanía de Piturca tras el motín de Hagi y Popescu; Sandoval y los jugadores del Rayo durante la pasada campaña; Benito Floro y el mencionado Toshack en el Madrid, Radomir Antic o Gregorio Manzano en el Atlético; Benítez y el Valencia… muchos casos o, cuando menos, muchas sospechas de comportamientos extraños por parte del núcleo duro de un equipo. Lo normal es que estos cambios de timón se vistan con frases hechas del tipo ‘el equipo necesitaba un revulsivo’; mientras que la asombrosa mejoría tras el cambio se justifica con el tópico ‘todos empezamos de cero, tenemos hambre y contamos con las mismas oportunidades para el nuevo entrenador’.
Los futbolistas siempre negarán la teoría de la conspiración, aunque posean un sexto sentido infalible para encontrar el punto débil o el momento frágil del entrenador. Son profesionales, se deben al club que les paga y se limitan a jugar y obedecer las órdenes del míster. Punto. Jamás preguntes a un jugador por qué le parece que tan entrenador haya sido destituido o por los rumores de tambores de guerra. No se mojan ni bajo la ducha. No lo necesitan. Su poder reside en el número y en los ceros de la cuenta corriente cada fin de mes y, como suelen decir los dirigentes del fútbol, siempre resultará más sencillo y más barato finiquitar el contrato de un entrenador que poner en la calle a once cabronazos. Pues eso. Leyendas urbanas… o no.

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