Se dice pronto: 27 años dirigiendo un banquillo de élite. Sir Alex Ferguson se marcha. El notición del año, puede que de más tiempo. Basta con leer con atención a gente que sabe de Premier, como Gaby Ruíz o Eva María Prieto, para darnos cuenta de la verdadera dimensión del personaje, de lo que ha significado y significará para el fútbol y para preguntarte, no sin cierta dosis de envidia, por qué el fenómeno del ‘Fergusonato’ no es aplicable en el fútbol español. Las comparaciones entre España e Inglaterra son, en este caso, realmente odiosas.
En España, en la autoproclamada mejor liga del mundo, contamos con nuestros particulares Ferguson, capaces de ganar un Mundial o la Eurocopa, pero inválidos para dirigir a uno de los grandes de la competición. Darle la dirección del equipo, Ser Superior dixit, era como entregar las llaves de un Ferrari a un taxista. Las sucesivas propuestas para el banquillo madridista, como todo el mundo sabe, una vez descartado al conductor salmantino, se han caracterizado por los títulos, el disfrute generalizado del aficionado y las buenas relaciones sociales. Modo ironía encendido.
Puede parecer una exageración, pero esta modesta Taberna está convencida de que el mismísimo Sir Alex no duraría más de dos-tres temporadas en nuestra Liga. Con suerte. Si el número uno del mundo, el puto amo de los banquillos, el Special One, solo ha aguantado tres años en el Madrid, imaginen el destino del mascador escocés de chicle de mofletes sonrosados a poco que se le torcieran tres partidos seguidos o le eliminara el Toledo en Copa. A los leones con el pulgar hacia abajo del Nerón presidencial de turno, lo que nos lleva a pensar que el problema de nuestro fútbol, nuestro verdadero cáncer, no vive en vestuarios o banquillos sino en las plantas nobles y los palcos de honor.
Decía otro de los Ferguson patrios, Luis Aragonés, que en el fútbol cualquier tonto te hace un reloj y, además, funciona. Y se hace dirigente de club de fútbol, añadiría yo. Atención, pregunta: nómbrenme cinco directivos del fútbol inglés. Tic, tac, tic, tac ¡Tiempo! ¿Ninguno? ¿A que me saben decir al menos diez nombres de dirigentes de clubes españoles en apenas diez segundos? Este es uno de los problemas, el excesivo protagonismo de mediocres personajes y personajillos que parasitan del fútbol, creyéndose superiores a los profesionales, dilapidando el patrimonio deportivo y sentimental de las entidades deportivas, condicionando cualquier decisión al pavor que les produce los pañuelos y abucheos hacia los palcos que okupan. Sí, con ‘K’. Ni Fergie sobreviviría a una reunión con cualquiera de nuestros advenedizos ignorantes que dirigen este negocio.
Tampoco creo que sobreviviera al rigor de nuestra prensa deportiva, cada día más escorada a la vertiente Sálvame de Luxe, sub-sección ‘Periodismo de Camiseta’, tras haber renunciado a la vía de la crítica objetiva, salvo las excepciones de rigor, claro. La prensa inglesa no está formada por madres ursulinas de primer año de convento, no crean. Allí se las gastan con muy malas pulgas, incluso con verdadera crueldad y saña al mínimo desliz de faldas, por poner un ejemplo, pero, a diferencia de nuestra clase periodística, allí no van disfrazados de hooligans con micro, cámara o pluma, al dictado del poder dirigente. Por todo esto, Ferguson jamás hubiera conseguido triunfar en nuestro país. Y es que, ya se sabe, las comparaciones suelen ser realmente odiosas.