Todos coinciden en que es un magnífico futbolista, una especie de Pelé con insultante juventud y que, junto a Leo Messi, pueden convertirse en una de las parejas más letales, brillantes y talentosas del fútbol mundial. Es posible. De lo que no tenemos en esta modesta Taberna la menor duda es de que el caso Neymar ha mostrado las vergüenzas, miserias, bajos instintos, frivolidad, escaso rigor y torpeza de muchos de los personajes que circulan, vegetan o sobreviven en este circo llamado fútbol.
La fauna periodística ha quedado profundamente retratada durante el largo, eterno proceso de contratación del brasileño por el Fc Barcelona. Hemos podido asistir a la evolución de los sesudos analistas de la actualidad blaugrana, que han conseguido pasar de las dudas más que razonables sobre la pertinencia de enrolar a Neymar al entusiasmo desbordado sin apenas torcer el flequillo. Asombroso ejercicio de lectura a quienes hace dos años afirmaban, sin rubor, que el jugador de Santos era un cabra loca, niñato, caprichoso y mal educado, manifiestamente incompatible con los valores de La Masía y hoy, sin rubor también, se felicitan, congratulan y entusiasman con la idea de ver al brasileño vistiendo la zamarra blaugrana. El fichaje del siglo. Casi nada.
Tampoco han quedado muy bien en la foto los vecinos del Puente Aéreo. La Armada blanca comenzó mostrando poco entusiasmo, por no hablar de desprecio absoluto, por el tema Neymar, usando un argumento tan de peso como demoledor: si lo quiere el Barça, no puede ser bueno. Hasta que se cruzó en el camino el impetuoso presidente blanco que, en pleno síndrome ‘vaya añito que llevamos’, decidió fundir la tarjeta de crédito en Brasil. Ya se sabe lo bien que le sienta al cuerpo darse un homenaje cuando todo se hunde a tu alrededor. Fue entonces cuando la muchachada de la camiseta blanca se entusiasmó de verdad, aunque todavía queda por averiguar si lo que más tiernos les ponía era el jugador en sí o el habérselo robado a los enemigos de arriba. Sueño húmedo, en ambos casos. Sobre los anuncios públicos y solemnes de que Neymar, de verdad de la buena, iba a ser jugador del Real Madrid, se podría escribir un serial en esta Taberna. Y otro para las excusas y justificaciones dadas ante tamaño patinazo. Las Hemerotecas y Youtube son un chollo. De verdad.
Otro estamento que ha quedado mal parado ha sido el de los dirigentes. Presentes y pasados. Sin Liga, sin Shampions (como diría Mou), sin Copa, sin entrenador, con una guerra civil en el vestuario… un caos de este calibre sólo se podía neutralizar con un golpe de efecto como el de Neymar. Manos a la obra, con emisarios a Brasil para reventar la operación con el Barça y filtradores que publicaban cifras que rayaban con la indecencia. Total, para nada. O no, que también hemos podido ver al ex presidente disfrutando como un poseso del fiasco de su sustituto, metiendo el dedo en el ojo y recordando lo malo-malísimo que fue, es y será el Ser Superior que gobierna las andanzas madridistas. Dicen que el fútbol es un reflejo de la sociedad. Y de sus miserias, añadimos nosotros.