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El Caso Karanka

Mediados del mes de junio y el Madrid es el único equipo grande de toda Europa que carece de entrenador para la próxima campaña. No es un asunto preocupante, como algunos intentan trasladar, ya que la llegada de Ancelotti se resuelve de una forma tan sencilla como pagar. Después se vestirá como una brillante gestión (Ah! Añorados tiempos en los que había bofetadas por dirigir en Chamartín…) y a otra cosa, mariposa. El Legado Mourinho tiene todavía algunos flecos por resolver, de difícil digestión: qué hacer con el segundo entrenador.

He buscado precedentes en los que el futuro de los segundos se convertían en un problema para un club. No he encontrado nada. Normalmente, el futuro del ayudante va ligado al del primer espada. O bien se coloca por detrás en la fila del Inem o bien se queda como alternativa al mando hasta que se encuentra un recambio. Aitor Karanka es innovador en este sentido: se ha convertido en un problema para el Real Madrid. Mou se lo quiso llevar a Inglaterra, pero su fiel escudero optó por quedarse en casa, a pesar de las dificultades de encaje que tiene su peculiar situación dentro del club.

Aitor Karanka es un hombre de la casa. Al menos así pensaba Emilio Butragueño cuando llegó al cuerpo técnico madridista tras haber vestido durante cinco años la camiseta del Real Madrid. Llegó de la mano de Lorenzo Sanz y dejó un buen recuerdo en aquella época, aunque nunca ocultó su deseo de regresar a Lezama, a la cuna que le vio nacer como futbolista. Y allí se retiró. Buen jugador, tipo discreto y querido por muchos. Desde Bilbao se enroló, como muchos otros ex futbolistas recién colgadas las botas, en el cuerpo técnico de la Federación Española de Fútbol hasta que llegó la llamada del Madrid para ser segundo de Mourinho.

Karanka cambió al llegar al Madrid. Trabajar, aunque sea en un puesto menos expuesto, en un club en el que todo se magnifica, cambia a algunas personas. Antiguos periodistas amigos dicen que Aitor se convirtió en un tipo más retraído, inaccesible, casi huraño. Ignoro si el vitoriano sabía dónde se estaba metiendo o el papel que Mou le tenía reservado en el organigrama blanco. Me pregunto si era esto lo que se esperaba y, sobre todo, si ha merecido la pena.

Mourinho ha marcado para siempre a Aitor Karanka. Y no precisamente para bien. “Nadie quiere al Teleñeco“, “José Luis Moureno y Montxito Karanka” o “El perrito faldero que se deja abandonado en la cuneta cuando llegan las vacaciones” son algunos de los ácidos y despiadados comentarios que estos días se pueden leer en cualquier foro sobre el trabajo realizado por Karanka y su futuro inmediato. Sus cualidades potenciales como entrenador se han visto engullidas por su papel de portavoz circunstancial de Mou cada vez que el portugués decidía que ese día no tenía ganas de hablar con la prensa o cada vez que era designado para atizar incendios o apagarlos, según tocara. Tampoco la plantilla encontró en él a un puente con el entrenador para rebajar las fricciones ocasionadas por los ataques aleatorios de Mou. No es de extrañar esa imagen de sicario del Don, aquel que cumple las órdenes de arriba sin cuestionar, sin pensar. Es su trabajo. Nuestro hermano español, dicen que decían los restantes compañeros de fatigas del cuerpo técnico, uno de los nuestros.

No está claro que Karanka tenga un hueco en el nuevo organigrama madridista. Se ha publicado que Aitor tiene una oferta del Anzhi ruso o de Arabia Saudí y que incluso Mou ha pedido a su representante, el Consigliere Mendes, ayuda para colocarle en el nuevo Mónaco. Quizá sea lo mejor para Karanka. Distancia y tiempo para poder lograr el olvido de un estigma que le va a perseguir mucho tiempo.

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