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Votaciones Búlgaras

Lo peor que le puede suceder a un club de fútbol es la perversa identificación entre la entidad y la persona que circunstancialmente está al frente de la misma. Atacar a Florentino Pérez es atacar al Real Madrid, como atacar a Rosell es ir en contra del Barça o decir algo negativo de Gil Marín es arremeter contra el Atlético. Esta identificación es la que lleva, por ejemplo, a leer que determinado periódico ha sido excluido de las indudables ventajas que supone poder ofrecer a sus lectores productos oficiales licenciados por un club por el mero hecho de que el director de ese periódico se muestra crítico con la gestión del presidente. Incluso, ese mismo presidente impone, como condición para conceder una entrevista en un programa de radio de máxima audiencia, el veto de ese director. Cada cual puede responder o no a quien le de la real gana, faltaría más, pero las palabras veto y censura no suenan precisamente bien en una institución deportiva en pleno siglo XXI, lo que nos lleva a preguntarnos sobre la salud democrática de nuestro fútbol.

El fútbol español está dividido en sociedades anónimas y sociedades de deportivas. En las primeras, el propietario hace lo que le viene en gana sin tener que dar explicaciones a nadie porque su dinero le ha costado al comprar las acciones. Mercantilismo puro y duro con un componente sentimental que queda relegado a un segundo o tercer plano. Modelo NBA, con multimillonarios que mueven la franquicia de ciudad al sol del dinero que más caliente, que para eso el deporte es un negocio y estamos aquí para ganar pasta. En las segundas, en teoría son los socios dueños soberanos del club, eligiendo cada cierto tiempo y entre varias opciones a un presidente. Un espejismo porque, con la excusa de impedir la llegada de jeques, vividores y oportunistas, estas sociedades se han blindado con estatutos como trajes a medida para hacer imposible la llegada a la carrera electoral de cualquier advenedizo molesto. Millonario (un patrimonio capaz de avalar el 15% del presupuesto) y muchos años de carné (20 años como socio). Abstenerse el resto, es decir, el 99% de los mortales. Legal, pero con un dudoso barniz democrático, a pesar de la existencia de la Asamblea Anual en la que, teóricamente, el Presidente y su Junta presentan el balance de su gestión a los socios compromisarios, que no todos los socios. De los aproximadamente 93.000 socios del Real Madrid, por poner un ejemplo, solo 2000 tienen voz y voto para fiscalizar a la Directiva. La mitad suele acudir a las asambleas anuales.
Obligue en cinco minutos a un señor normal y corriente a leer, comprender y digerir la memoria económica de un año en un club de fútbol que mueve mil millones de euros anuales ¿Sencillo, no? La Ratio de solvencia, le enajenación del inmovilizado o el fondo de maniobra negativo son conceptos, como todo el mundo sabe, al alcance de cualquiera. Dígale a ese señor que, si así lo desea, tiene un turno de palabra para poder resolver sus dudas, eso sí, controlado con escrúpulo suizo por el maestro de ceremonia. Ni el mejor catedrático de economía o el más brillante contable sería capaz de encontrar un solo grano entre tanta paja. Quizá por ello, el turno de Ruegos y Preguntas termine degenerando en cuestiones tan importantes como la limpieza de los baños del estadio o si el ya mencionado director de periódico es el enemigo público del club o un santo varón. Quizá también por ello, las votaciones raramente ofrecen sorpresas desagradables ¿Sabe cuantos votos en contra y abstenciones recibieron las cuentas presentadas en la última Asamblea? 7 solo voto en contra y 9 abstenciones. La oposición ha mejorado. El año pasado sólo un compromisario reprobó las cuentas presidenciales. Como las mejores votaciones búlgaras.

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