Tenemos en esta Taberna un mal presagio: Ancelotti cambia el turrón navideño en Madrid por el panettone italiano. Y lo decimos no solo por la derrota en el Clásico, ese empalagoso partido que siempre nos venden como si fuera el último partido del mundo mundial antes de que el planeta se vaya a hacer puñetas por el cambio climático y que, como este sábado, se desinfla como un suflé. El pálpito viene por las malas vibraciones que desprende lo dicho y hecho por Carletto durante toda la semana del partido y su forma de gestionar el día a día de un entrenador del Real Madrid.
Carletto, el Superviviente
Sostuvimos y admiramos en esta Taberna a Ancelotti por su capacidad para sobrevivir a tipos tan particulares como Berlusconi o como al jeque Nasser Al-Khelaifi, y tener éxito en el intento solventando las injerencias, caprichos o veleidades de estos ricos nuevos y no tan nuevos que disponen de un club de fútbol como un caprichito más para aderezar sus vidas. Quizá, pensamos, esta graduación cum laude en mano izquierda sería la mejor cualidad del entrenador italiano para manejarse en las siempre turbulentas aguas del Mar Blanco y devolver, ya de paso, algo de sensatez, calma, educación, respeto y buenas maneras a este mundillo tan proclive a la frivolidad, la insensatez y falta de rigor que es el del fútbol. Como sucediera con las expectativas sobre el Clásico, también Carletto se nos está viniendo abajo.
El lío de la portería
No quiso meterse en demasiados charcos con le herencia envenenada (me río de los legados indeseados que reciben los gobiernos comparado con el pantano que dejó Mou antes de abandonar el Madrid), del conflicto en la portería. Decisión salomónica de Casillas entre semana con mamá y Diego López los fines de semana con papi, que no hizo más que enmerdar aún más el clima raro existente, cuando nadie le hubiera cuestionado optar, bien por uno, bien por el otro ¿Por qué teniendo la ocasión de resolver un conflicto, dejó pasar esta magnífica oportunidad? ¿Es realmente Ancelotti quien toma las decisiones en el vestuario blanco? Empezamos a sospechar que no.
Entre Garreth Bale y Mesut Ozil
La clase dirigente del fútbol español siempre hemos tenido una curiosa querencia por ejercer de chico para todo, que te vale para presidir con Consejo de Administración, como para ser secretario técnico y contratar a tal o cual jugador o para bajar al vestuario y poner el once inicial en la pizarra. Serán los genes, será el afán de notoriedad, pero pocos se salvan de esta irresistible tentación. Quizá por eso se explica mejor la cena desvelada por Diego Torres entre el presidente y Ancelotti en la que Florentino Pérez llegaba a diseñar al entrenador un once tipo para el Madrid, su Madrid, con el silencio cómplice del técnico y la decepción absoluta del mandamás. Quizá también clarifique el dinero dilapidado por un futbolista que puede dar problemas físicos en un tiempo y que no solicitó expresamente el entrenador o la venta, también sin el beneplácito del técnico, de un jugador tan valioso como Ozil. Sin embargo, la confirmación, por así decirlo, oficial de la sospecha llegaba esta sábado en el Camp Nou.
El Clásico
Una de las frases recurrentes desde el inicio de esta liga es ‘A qué juega el Real Madrid’. Tampoco hubo respuesta en Barcelona. Con Ramos jugando adelantado al mejor estilo López Caro y del gusto presidencial, el Madrid naufragó por todas sus líneas, zarandeado por un equipo cada día más empequeñecido como es el Barça. Rectificó sobre la marcha, es cierto, mejorando notablemente la cara del equipo -¿también sugerencia desde arriba?- para acabar perdiendo el partido y, puede aunque es muy pronto aún, el tren de la liga. Lo mejor que le pudo venir a los protagonistas de esta historia, aunque suene extraño, es el nefasto arbitraje de un árbitro con menos personalidad que un percebe. Undiano será el encargado de esconder toda la verdad de lo que realmente sucedió en la Ciudad Condal hasta el próximo partido o hasta que se canse quien toma las decisiones. Todas las decisiones.