Pal es un bebé orangután que vive en el Zoo de Madrid. Y Mayka, una de sus cuidadoras, fue un regalo más de aquel día.
Tuve la suerte de poder ir al Zoo a pasar un día con mi hija y sus “hermanitos”, sus papás y su madre de día. Fue una jornada como lo había imaginado, o aún mejor. Mejor gracias a Mayka, que nos la cruzamos de casualidad, o quizás de causalidad, quién sabe. Un cartel de menos y un peligro de más fueron los responsables de que comenzáramos nuestra conversación.
Lo que ninguno de nosotros imaginábamos era que nos iba a contar la vida de los orangutanes del Zoo de Madrid, que nos fuera a gustar tanto y, aún mejor, que pudiéramos poder reflexionar acerca de la teoría del apego, de los primates y sobre todo de lo animales que somos y cuánto necesitamos el contacto para tener un vínculo poderoso.
Pal, aunque conocido por los medios como Boo, es un orangután huérfano. Cumplirá 3 años el 5 de julio y fue con 7 meses cuando su mamá se murió por problemas respiratorios. Ahí comenzó una aventura muy animal, cuya historia me parece altamente maravillosa y refleja cómo los bebés primates y humanos son tan parecidos.
Cuando murió su mamá (Pundu), sus cuidadores estuvieron buscando alguna mamá que le adoptara, algo que por lo visto pasa habitualmente entre los orangutanes. De hecho, la caza furtiva acaba con la madre y venden a los bebés en el mercado negro. A estos bebés se les suele buscar, cuando se puede, mamás adoptivas para que les den el cariño, contacto, afecto y mimos que necesitan.
Si nos remontamos a los años 50, cuando el Doctor Harry Harlow llevó a cabo un experimento con monos, vemos claramente cómo las necesidades de esos bebés monos, de los bebés humanos de entonces, de los de ahora, de los de hace miles de años, y de Pal (o Boo, según se lea) son exactamente las mismas: los bebés necesitan contacto, cariño y afecto para poder crecer sanos, seguros y sobre todo para poder enfrentarse a su vida con la confianza que necesitan. Y ese confianza se la da su madre, creando un vínculo seguro entre ambos gracias al contacto. Por lo tanto, a Mayka y sus compañeros les preocupaba que Pal tuviera pronto una mamá adoptiva que se ocupara de sus necesidades afectivas. Había dos posibles mamás orangutanas, Kedua y Surya. Ambas estaban embarazadas en el momento de la muerte de la mamá de Pal y posiblemente por esto tardaron más en adoptar a Pal.
Pal convivió durante algún tiempo con un peluche pequeño como muñeco de apego, un peluche grande, bien grande, como si fuera su mamá: su calor y su suavidad; y una manta para taparse la cabeza. ¿No os resulta familiar esta asociación de objetos?
Los orangutanes maman hasta los 3 años aproximadamente y Pal se quedó un tiempo sin tener quién le amamantara. Por lo tanto sus cuidadores recurrieron al biberón, a sus brazos y a esos peluches que he mencionado antes. Y de esta manera fue como Pal vivió el tiempo que duró su horfandad… Así, con muchos mimos, con mucho contacto, con muchos brazos y transmitiéndole la fuerza y el cariño que él necesitaba. Siempre estaba protegido por el resto de la familia, sin embargo aún no le habían adoptado.
La vida quiso que Kedua, la orangutana más mayor, de 30 años, embarazada y cuyos anteriores embarazos no habían llegado a buen puerto, tuviera también otro aborto. Parió a su hijo prematuro ya muerto, y se convirtió tras estra desgracia en la madre de Pal. Fue entonces cuando Pal retomó el cariño de una madre, la lactancia materna y el calor y contacto reales que necesitaba. Pasó 7 meses sin mamar, y aunque sufrió un poquito hasta que hizo con el biberón, consiguió recuperar en los pechos de Kedua esa seguridad, confianza, calor, apego y vínculo que dejó atrás con su madre biológica.
Mayka nos contó que a los 10 días de introducir el bibi, se lo complicaron un poquito más a Pal y le enseñaron a tomarlo a través de las rejas. Tenían miedo de que no fuera adoptado y, al necesitar 3 años de contacto y crecer rápidamente, podrían poner en riesgo su integridad física. Así que para evitar males mayores, comenzaron a enseñarle sin cogerle en brazos, algo que hacían porque sabían que lo necesitaba, pero no podían arriesgarse a peligrar ellas mismas. Así que, dos meses antes del parto de Surya, cuál fue su alegría al ver que Pal se enganchaba a su pecho y, sin saber si sacaba leche o no (yo confío en que sí: una mamá embarazada desde la semana 32 de embarazo puede estimularse y sacar calostro), ahí se quedaba rato acurrucadito a la que sería su futura mamá.
Pal hasta que quedó huérfano era un bebé seguro, confiado y con mucha fuerza: de hecho su madre era la jefa de la manada. Sin embargo, cuando Kedua lo adoptó, aunque se mantuvo confiado y valiente, perdió parte de optimismo. ¿Será porque ella era una madre insegura y con miedo? ¿Será por el trauma de perder a su madre? No sabemos por qué sería, lo que sí sabemos es que los primates y los humanos nos parecemos mucho, y que el papel de la madre en los primeros años de vida es muy importante. De hecho, el estado anímico de la madre lo es también mucho.
En el mismo espacio conviven orangutanes y gibones, otros monos muy trepadores y muy bonitos, por cierto. Y fue con una gibona (Sandra) con quien se vivió también una historia muy bonita dentro del duelo de Pal. Mayka nos ha contado que esa gibona, amiga de Sungai, la mamá biológica de Pal, fue la primera que tocó a Pal una vez Pundu se había muerto. Eran amigas y probablemente sintió que tenía que proteger al hijo de su amiga. ¿Sintió o pensó? Qué cosas, ¿qué pasará por la mente de los primates? ¿Y de los bebés?
Tampoco se sabe qué le movió a ello. Lo que sí se sabe es que la gibona estuvo acompañando a Pal siempre que trepaba. Lanzaba sus brazos al aire para evitar que se cayera, le acompañaba siempre que podía y no le perdía de vista. Una protección muy maternal, animal y hasta probablemente instintiva. Yo me pregunto por qué en estas ocasiones la razón nos hace olvidarnos de escuchar a nuestro instinto; y qué pasó socialmente para que los bebés dejaran de estar atendidos instintivamente y pasaran a estar desatendidos emocionalmente… ¿Por qué nos cuesta tanto escuchar y responder a las necesidades de nuestros bebés cuando en primates (y otros animales) lo vemos tan claro?
Mayka nos ha encantado y más aún la siguiente frase respecto a Pal: “Nosotros le hemos convencido de que todas las especies le quieren mucho”.
Ojalá todos los padres del mundo convenciéramos a nuestros hijos de que, al menos nosotros, les queremos mucho…