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Cristina Saraldi

Madre y aprendiz

Reflexiono tras la barbarie de París

Llevo días con varios post a medias y muchos con ganas de que salgan del horno. Sin embargo, la actualidad o las redes hacen que cambie mis elecciones y escriba sobre aquello que me inquieta en el momento de publicar cada post.

Hoy, además de que estoy tremendamente afectada con la barbarie de París, una amiga mía me ha “presentado” un nuevo blog, cuyo último post me ha resultado muy interesante y me ha llevado a reflexionar.

En él, en su blog, Lucía Galán, su autora y pediatra, comienza con estas palabras:

– Mamá, ¿Qué te pasa? ¿Estás llorando?

– No, cariño, es que se me ha metido una motita de polvo en el ojo…

Vivimos en un mundo en el que, ser los primeros, es lo más importante. Examinan a nuestros hijos continuamente y ellos sólo buscan el sobresaliente. Se les prepara para afrontar el éxito, para celebrar los triunfos. Se les repite hasta la saciedad: “No llores. Tienes que ser fuerte. ¡Eres el mejor!”

Podéis leerlo si os resuena, y sentir cómo lo de ser los primeros no nos llevará lejos. Nos llevará los primeros a algún lugar pero… ¿eso es de verdad importante?  ¿No nos estamos olvidando de fomentar en nuestros hijos el conocimiento de sus emociones? Las negamos continuamente: no hay que llorar, no hay que enfadarse, no se puede pegar, ni escupir, ni empujar… Pero tampoco las validamos ni ofrecemos alternativas a esa rabia contenida, a esa frustración social, a ese enfado y malestar… (Ni sabemos!!!)

¿No sería mejor proporcionar un cojín para pellizcar; un saco de boxeo para golpear; guerras de almohadas (con lo divertidas que son, además, y lo bien que sientan); camas o sofás donde saltar o millas y kilómetros para correr y desfogar la energía de los niños que es tan intensa? De hecho, si no liberan los niños las emociones que viven diariamente, ¿qué estamos enseñándoles para el futuro? ¿No será mejor que sean niños acompañados, cuyas emociones sean verbalizadas y normalizadas, para ser adultos capaces de empatizar con el otro y remover cielo y tierra por perseguir sus sueños, aquellos con los que están conectados ellos mismos?

Veo una falta de respeto social en muchos aspectos. Y aunque, como suelo repetir, siento la luz y el optimismo como parte de nuestro futuro, aún hay actos como el de París, que me conmueven tanto que me hacen dudar de nuevo del sistema educativo, de cómo vivimos los embarazos, de cómo son nuestros partos, de las no lactancias y la cosificación del ser humano, del bebé y sobre todo de la madre y su maternidad…

¿Creéis que los asesinos de París han sido niños amados, queridos y respetados en sus decisiones y emociones? Yo creo que no. No los conocía de nada, y espero no encontrarme con amigos así en la vida. Sin embargo, me atrevería a poner la mano en el fuego y apostar mi otra mano a que fueron infantes cuya vida fluyó por el sendero de la inseguridad y la falta de criterio. Puedo intuir que siguieron algún fanático bastante líder y les “comió la cabeza” hasta caer en un acto terrorífico como el que hemos vivido todos los que predicamos la libertad de expresión.

Sólo pido amor, cariño, seguridad y compañía. Y comprender las emociones de los niños según su fase de desarrollo porque, nos guste o no, no podemos estar todos (grandes y pequeños) cortados por el mismo patrón…

Porque todos somos hoy Charlie Hebdo.

Descansen en paz.

Mi hija me puso la vida patas abajo y me encanta aprender a andar con mis manos

Sobre el autor

Cada vez hay más consciencia social acerca de la importancia de escuchar al niño. Mi hija mayor fue mi acompañante y motor para el cambio que hice en mi vida: dejé mi trabajo en televisión por perseguir este sueño que un día tuve. Se llama "Froggies" y fue mi primer proyecto. En 2016 me convertí en bimadre, y esta aventura me está resultando muy intensa. Creo firmemente que los adultos tenemos mucho que cambiar para ofrecer a los niños un lugar mejor donde vivir.


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