Hoy hago un año como bimadre.
Un año de cambios; encuentros y desencuentros, amor y odio, alegrías y tristezas, estrés y paz. Y lo que más, y sobre todo, nueva familia. Un año de reflexiones en esta nueva etapa. La bimaternidad como otra novedad, muy diferente al hecho de convertirte en madre, aunque con mucho aprendizaje. (No quiero ni pensar en qué debe ser tener más! Os admiro multimadres).
Un año que nos ha dado un bebé nuevo, una niña recibiendo un nuevo miembro del clan, y con necesidad de acaparar también miradas. Una madre perdida y un padre buscando.
Todo esto, y mucho más, me ha traído este año de bimadre. El primero de tantos. De todos los que quedan, y de todos los que vendrán. Poco a poco vamos encontrándonos, aunque nos cuesta. Ser bimadre ha sido un regalo de esos que traen una ardua misión, cuyo proceso es inmejorable.
Aventurarse en este viaje me acerca a la persona que quiero ser y me aleja de la persona que soy. O mejor dicho, me invita a aceptar a las dos.
Así que con tanta reflexión y vida llena de experiencias, he decidido volver a mi cueva “cooperativista” y retomar mis post sobre maternidad, niños y personas; ya que reconectar en mí estas ganas de escribir me invita a compartir parte de mí, porque creo firmemente que entre todos mejoraremos el mundo.
Y si mis palabras te llevan a descubrir otro aspecto de ti, eso que me llevo. O si por el contrario las tuyas lo hacen en mí, mucho mejor.
Muchas felicidades Kian y gracias por elegirnos.