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Cristina Saraldi

Madre y aprendiz

Entrevista a Borja Briz, maestro

Después de leer en la Vanguardia el titular “padres hiperprotectores, hijos sin autonomía“, me quedé reflexionando sobre el artículo en cuestión.

Realmente pienso que puede haber un exceso de hiperprotección por parte de los padres en algunas ocasiones. Y efectivamente, en situaciones extremas, a veces este perfil de padre que no ha permitido a su hijo explorar ni crecer a su antojo, peca de sobreprotección al no permitir defenderse en su vida.

Sin embargo, varias de las perlas que leo en este artículo me han hecho dudar sobre si efectivamente estamos mezclando la hiperprotección con un acompañamiento emocional y respetuoso con sus propios procesos madurativos.

Y al hilo de todas estas cuestiones he decidido entrevistar a Borja Briz, maestro y psicomotricista que trabaja de acompañante en la Escuela activa “La Rayuela”, en Madrid. Borja es donostiarra y lleva ya varios años lejos de su hogar, buscando un lugar donde sentirse a gusto junto a su familia y por su puesto, sin olvidarse de su vocación de vida. Borja tiene una hija y crece cada día para llegar a comprenderla y poder estar a su lado siempre que ella le necesite. Eso sí, dejándole su autonomía para explorar su mundo a su ritmo.

P: Borja, hoy quería preguntarte al respecto de varias de las opiniones que he encontrado en este artículo. Principalmente ¿tú qué opinas sobre el uso de la palabra hiperprotección cuando hablamos de padres?

R: Cuando escucho esa palabra se me va la atención al prefijo hiper y al posicionamiento extremo que ello conlleva. Es evidente que cualquier extremo permanece lejos del equilibrio y en este caso, proteger en extremo quedaría lejos de ese equilibrio que el niño por naturaleza necesita, ya que el ser humano precisa tanto la protección como la autonomía y la libertad para construirse a sí mismo.

P: Leo estas palabras y me llama la atención detectar anomalías en el comportamiento de los niños. “Al abrir la puerta, vio que las cosas no iban bien: niños y niñas descontrolados, saltando como posesos, jugando a la pelota, los zapatos tirados por todas partes…” ¿Tú cómo recibes esta afirmación: niños descontrolados jugando a la pelota?

R: Conozco esa sensación porque la he vivido en mi propia piel a lo largo de mi experiencia con niño/as. Esas situaciones se dan de forma muy generalizada en múltiples centros y contextos educativos. Sin embargo, he aprendido que lo/as niño/as solo están expresando una necesidad insatisfecha y lo manifiestan a la mínima ocasión posible. La infancia es para jugar, moverse, explorar y descubrir el mundo en que vivimos a través de la vivencia y la constatación. Cuando eso no está satisfecho, o no ha sido acompañado con límites claros y constructivos, el/a niño/a lo manifiesta de mil maneras, ya que la pulsión de vida es superior a todo lo demás.

P: En esta otra frase pienso que se confunde la falta de límites con la falta de autonomía de los niños: “La primera, que cada vez hay menos límites por parte de los padres”, ¿qué opinas de los límites y para qué sirven?

Considero que los límites, al igual que las normas, son necesarios para dar seguridad y estructura a la vida, no para privarla. Sentirse seguro/a y sentirse amado/a son dos de las principales necesidades de la infancia y sin límites claros no hay sensación de seguridad ni de integridad.

A menudo se confunden los límites con falta de libertad y, sin embargo, la libertad tiene su valor en base a unos límites. Si yo no puedo decidir por mí mismo, no puedo hacerme responsable de lo que hago. El extremo de la libertad mal entendida deteriora al niño/a. Lo tiraniza y no puede hacerse responsable de ello.

P: “También ha detectado que la influencia de los progenitores es cada vez mayor en las escuelas, en especial, en aquellas con ampas potentes”. ¿Qué te parece la influencia de los progenitores en las escuelas?

Creo que una de las asignaturas pendientes de la educación es la de crear comunidad. Acercarnos, de forma contemporánea y coherente con el presente, al concepto de tribu; el apoyo mutuo, la responsabilidad compartida de los diferentes miembros de “la tribu educativa” (agentes educativos), la escucha activa y la unión para el bien común. Por todo ello, yo giraría la pregunta: ¿de qué manera puede acercarse la familia a la escuela y viceversa, para el bien común de toda la comunidad educativa? Hay un dicho africano que dice; “se necesita todo un poblado para criar a un niño”. No puedo estar más de acuerdo.

P: “Y yo, como muchos otros docentes, estoy dispuesta a luchar para educar a los niños, pero los padres nos han de dar el poder para ello. Si nos desautorizan, si no vamos a la par”. ¿Luchar por educar? ¿Es necesaria una lucha en la educación? ¿No será ese uno de los motivos por el cual el sistema educativo flojea?

Es un ejemplo más de que el sistema está obsoleto. Existe la sensación consciente e inconsciente de delegación de las responsabilidades educativas en “el otro” y eso está generando la percepción de ir contra corriente, y por ende, de lucha. En todo sistema cada elemento debe ocupar su lugar y desempeñar su función, en caso contrario, otros elementos ocupan ese lugar para mantener el equilibrio, pero el sistema ya no está en armonía.

En una escuela se deben cuidar siempre los tres sistemas; alumnos/as, familias y profesionales. Las familias han de cuidar biológicamente a los/as niños/as y los profesionales han de velar por sus funciones y llevar a cabo el sistema educativo establecido (sea oficial o libre). No obstante, en un enfoque sistémico ambos sistemas deben escucharse para que cada cual ocupe su lugar. Para ello es fundamental tender puentes de comunicación activa entre los diferentes miembros de “la tribu” para el beneficio de todo el sistema. Me remito a otro dicho africano que dice; “sin la comunidad, el individuo no tiene donde ofrecer su colaboración. La comunidad es el lugar de arraigo donde la gente comparte sus dones y recibe los de los demás”.

P: ¿Crees que los niños sin autonomía son aquellos a quienes no se les ponen límites o piensas por el contrario que los límites justos y necesarios generan niños autónomos y seguros de sí mismos?

Bajo mi punto de vista, los dos pilares fundamentales de una educación equilibrada y respetuosa son la autonomía y la libertad. La autonomía se refiere a todo aquello que pueden hacer por sí mismos/as, factor primordial para el desarrollo de su autoestima. Para ello es necesario un espacio de libertad construido en base a unos límites claros que aporten seguridad e integridad.

P: ¿Cuál es para ti el objetivo de la infancia como edad primera de vida? Y para conseguir esto, ¿cómo crees que debería ser el papel del padre a la hora de criar y educar a sus hijos?

¿El objetivo de la infancia? El niño vive desde la presencia, expresando su impulso de vida, no tiene objetivos, solo se limita a ser. Somos nosotros, los adultos, quienes debemos tener el objetivo de cuidar eso.

Los padres debemos atender las principales necesidades de la infancia, que son; sentirse protegido/a, sentirse amado/a, sentirse vinculado y encontrar sus potencialidades a través de la búsqueda del placer. Para ello es fundamental acompañar la infancia desde la presencia (lo más vacía posible), la observación, la empatía, la acción y comunicación consciente y sobre todo, desde el amor y la aceptación.

P: ¿Te gustaría añadir algo más?

Creo que es fundamental que aumente la escucha activa y respetuosa entre los diferentes miembros de la comunidad educativa y que se trabaje en ser cada vez más conscientes y responsables dentro de nuestra comunidad. Para ello considero primordial entender la infancia y sus necesidades reales, conocernos mejor a nosotros/as mismos/as (nuestras heridas, creencias, anhelos e ideas preconcebidas) y esforzarnos en entender al otro, desde el respeto y la aceptación.

Borja, muchas gracias por tu tiempo. Me gustaría terminar con la frase que ayer leía en el muro de Meritxell Palou, madre de múltiples y conocedora plena de la inteligencia emocional: “Cuando un adulto trata con respeto a un niño, el niño lo tratará con respeto. Qué pena que solo vean los casos de “pierde el niño, gana el adulto o pierde el adulto, gana el niño”.
Pienso que estas personas tienen puestas las gafas de los niños son unos manipuladores.
Ojalá llegue un día que se pongan las gafas de; aprendamos y ganemos juntos!”

 

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Mi hija me puso la vida patas abajo y me encanta aprender a andar con mis manos

Sobre el autor

Cada vez hay más consciencia social acerca de la importancia de escuchar al niño. Mi hija mayor fue mi acompañante y motor para el cambio que hice en mi vida: dejé mi trabajo en televisión por perseguir este sueño que un día tuve. Se llama "Froggies" y fue mi primer proyecto. En 2016 me convertí en bimadre, y esta aventura me está resultando muy intensa. Creo firmemente que los adultos tenemos mucho que cambiar para ofrecer a los niños un lugar mejor donde vivir.


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