¿Se renuncian a muchas cosas tras ser madre? ¿Puede volver a ser tu vida la que era antes de serlo? ¿Qué cambia? ¿Qué no cambia?
LA MATERNIDAD ¿ES RENUNCIA?
Sí. Pero no. Cuando yo estaba embarazada de mi primer hijo, no tenía absolutamente ni idea de la que me venía encima. Creía que tendría a mi hijo, y todo seguiría más o menos igual. No. Todo cambia. Cambias tú la primera. Cambian tus prioridades. Cambia tu percepción del mundo. Tengas la personalidad que tengas. Tengas las ideas muy claras de lo que pasará después de que tengas a tu hijo. Sepas el tipo de madre que quieres ser o cómo te quieres volcar con tu hijo. Todo cambia. El cambio es inevitable. La medida en la que lo hace, es la decisión de cada mujer. Yo, os cuento mi versión de esos cambios.
Los primeros meses como madre, fueron un shock. No lo voy a negar. Siempre digo que para mí la maternidad supuso el fin de la vida conocida. Poco a poco, me recompuse. Terminó mi baja de maternidad y volví a mi vida pre-madre. Ahí fui más consciente aún de cómo ya nada volvería a ser igual.
SI. HAY RENUNCIA.
Claramente. Un hijo es alguien que depende de ti para todo 24 horas. Y 24 horas con un niño a cuestas, dan para mucho. Durante años. La primera renuncia es a mantener la misma vida que antes de ser madre. Con matices, por supuesto. Pero para ver los matices, tiene que pasar el tiempo. Antes de que naciera mi hijo, yo sólo pensaba en mi vida. Mis cosas. Mis viajes. Mis compras. Mis libros. Con mi marido, ese era nuestro día a día. Nació el niño, y a duras penas pude peinarme el primer mes. De ir a comprarme ropa, leer un libro, una revista, salir a cenar… mejor ni contamos.
Por resumir, la principal renuncia, es al tiempo. Tiempo para ti. Tiempo para tu pareja. Para todo aquello que hacías. Los niños requieren tiempo y energía. La que inviertes en ellos, es la que tú te quitas. Encontrar el balance entre lo que necesitan tus hijos y lo que necesitas tú es primordial.
Por lo tanto, querer que tu vida siga igual después de ser madre es una utopía.
Dependiendo de la personalidad de cada mujer, de su escala de prioridades, la renuncia será mayor o menor. Nada es mejor ni peor. Lo que a mí me sirve, no le sirve a otra persona. Cada uno renunciamos a lo que queremos. Y para lo que no queremos, buscamos la manera.
NO. NO HAY RENUNCIA A TODO.
Por supuesto que no. Tener un hijo no implica olvidarse de quién eras antes de ser madre. No implica renunciar a tu carrera profesional, ni a tu círculo social, ni a tu vida en pareja. No implica nada de eso. Pero todas esas parcelas necesitan acoplarse a una nueva realidad.
Hay que repartir tiempos y atenciones. Buscar el equilibrio. Hacer malabares. No es fácil. Pero merece la pena.
Yo no he renunciado a mi carrera profesional. He seguido trabajando a mi nivel. Eso sí, he tenido que hacer encajes de bolillos con mi marido, mis padres y la personas que nos ayuda en casa.
No he renunciado a mi vida en pareja. Es verdad que sacar tiempo para los dos no es fácil. Sobre esto ya escribí anteriormente (post aquí) Pero es absolutamente necesario para hacer equipo. Para educar a nuestros hijos. Necesitamos re conectar de vez en cuando para no olvidarnos de porqué estamos aquí.
Tampoco he renunciado a mis hobbies. Esas pequeñas cosas que me hacen reconectar conmigo misma. Escribir, correr y mis amigas de toda la vida. Estas 3 cosas, completan mi círculo. Y lo necesito todo como el comer.
Y por supuesto, no renuncio a ser madre. A ver crecer a mis hijos. A educarles y a acompañarles en la vida. Mis hijos se merecen una madre feliz.
Y no pienso renunciar.
¿EXISTE EL EQUILIBRIO?
Existe el equilibrio. Como en todo. Pero cuesta llegar a él. El primer escollo que yo tuve que superar, fue la culpa. Culpa por querer ser yo misma. Por seguir creciendo profesionalmente. Por quitarle tiempo a mis hijos por viajar por trabajo. Por salir a correr. No la tengo superada del todo… pero he hecho grandes avances.
El segundo escollo, fue la presión social. Tácita en la mayoría de las ocasiones. Pero, preguntas como “¿con quién dejas a tus hijos cuando viajas? ¿Con tu madre? ¿Trabajas en Madrid? ¿No te da pena?” Las he sorteado siempre con un discurso coherente, pero reconozco que eran preguntas que me en su día, me llegaron al alma.
A día de hoy, con 6 años a mis espaldas como madre, tengo estos dos factores bastante trabajados. Ya no siento culpa por dejar a mis hijos y salir a correr, o irme con mi marido a cenar. Tampoco me impacta cuando alguien me habla de mis viajes. Con el tiempo, he aprendido que mis hijos son felices con una madre feliz. Por supuesto, ellos querrían estar siempre conmigo. Pero si no están conmigo, están con su padre que es mi (y su) 50%.
El equilibrio cuesta. Pero se consigue.