Desde hace unas semanas, con mis íntimas amigas, divagamos sobre las relaciones. Sobre los inicios. Sobre el matrimonio. Sobre las discusiones que hay, sobre las rutinas, los niños. La vida en pareja pasa por muchas fases y el verdadero reto, está en la permanencia en el tiempo. Tras 9 años juntos, 6 casados y 2 hijos, soy consciente de que mi vida en pareja no ha hecho más que empezar. Es el principio de un largo camino donde nos vamos a tener que ir reinventando. Después de ser novios, nos hemos reinventado como padres.
Hace un par de semanas subí una foto de mi marido y mía enfadados a Instagram. Con ella quería reflejar dos cosas: que en la sobreexposición de las redes parece que los momentos menos buenos no pueden salir, que tenemos que salir siempre estupendos y contando cosas buenas. Y que en mi casa se discute, y nos reconciliamos. Así como que cada 24 horas.
Esta fue la foto que subí a Instagram hablando de las discusiones con mi marido.
¿POR QUÉ DISCUTIMOS?
En mi observación general del panorama matrimonial, las parejas, por lo que más discuten, y me incluyo, son las tareas del hogar. Hace un par de semanas, escribí un artículo sobre la corresponsabilidad, que podéis volver a leer aquí. El reparto equitativo de las responsabilidades de la casa y los niños es el tema estrella. Y el más polémico. No hay comida de amigos que no tenga este tema. Que si uno no se levanta por las noches, que si el otro hizo lentejas, que si otro no sabe la talla de zapatos del niño, que si no recoge la cocina, que si no sabe cuándo la niña tiene gimnasia, y así un millón de cosas. Y normalmente, somos nosotras las que empezamos estos temas. Por consolarnos. Las mujeres tenemos en la cabeza la carga mental que supone la planificación continúa de la vida familiar. Visión de amplio espectro, lo llamo yo. Y eso, es una de las cosas que esencialmente, crispa.
A veces caemos en el error de hacer de la vida diaria una competición: “yo he puesto la lavadora” “yo he hecho las camas” “yo los baños” “yo el puré” y así un sinfín de reproches que no conducen a ningún lado. Especialmente, en mi casa, donde somos muy corresponsables los dos. Pero el cansancio, el que un día uno haga algo más que el otro…¡bang! nos hace saltar por los aires.
Otro tema estrella, son los niños y su educación. Normalmente, si has llegado a tener hijos, quiere decir que ya compartes unos valores y manera de vivir más o menos acorde. Sin embargo con los niños, todo cambia. Cada padre venimos con un bagaje y una educación familiar diferente. En base a esto, nos hacemos una idea de cómo querremos educar a nuestros hijos, pero ahí, también es necesario un acople. Entender el mundo del niño, ponerse en sus zapatos, decidir cómo le quieres enseñar a vivir… todo esto requiere de formar un equipo entre los padres. Y esto tampoco es fácil. Hay fricciones. Por ejemplo, en nuestro caso, surgió a la hora de elegir el colegio. ¿Público o privado? Cada uno teníamos una opinión. Otro tema que surgió también, fue si educábamos a nuestros hijos en la fe católica o no. O también llegó la polémica hasta los equipos de fútbol. Y así un sin fin de cosas.
Los motivos por los que discutimos, están claros. Pero hay una razón que está por encima y hace que lo que podría ser un intercambio de opiniones, se convierta en fuego cruzado: el cansancio. Tomo el café todos los días con un compañero. Con él discuto, también. Pero sobre cuál de los tiene peor cara, si él o yo. Los dos tenemos niños de la misma edad aproximadamente… y sufrimos los mismos avatares nocturnos de toses, y cambios de camas. Somos el apocalipsis zombie. Parecemos sacados del videoclip de Michael Jackson, Thriller. Nos contamos las noches que hemos pasado como supervivientes de una batalla. Se ha convertido casi en terapia. Dormimos mal, trabajamos, atendemos a nuestros hijos, atendemos las tareas del hogar, intentamos sacar un ratito para desconectar de la vida y conectar con uno mismo, intentamos conectar con la pareja… y no abarcamos. Así que estamos, literalmente, en K.O. técnico día sí y día también. Esto, creo yo que es lo que hace que no meter el plato en el lavavajillas o no colgar el abrigo al llegar a casa haga que la velada nocturna empiece a cañonazos.
¿COMO NO DISCUTIR? O DISCUTIR MENOS
El tiempo es un buen aliado. Mi marido y yo discutimos menos ahora que hace 4 años. Nos conocemos mejor. Hemos hecho equipo para sacar adelante a nuestra familia. Hemos mejorado nuestra comunicación y aplacado nuestro carácter. No obstante, yo recomiendo 6 cosas que a nosotros nos funcionan:
1-Planificación. Es vital. Será por defecto profesional, pero los domingos nos sentamos con la agenda de la semana. O a más tardar los lunes. Qué hay qué hacer. Qué necesitan los niños. Logística de niños. Agenda de cumpleaños, comidas familiares, de amigos, cenas…
2-Reparto de tareas. Siempre. Sentir que no eres el único que está enfangado ayuda a no discutir.
3-Comunicación y empatía. A veces, tenemos un mal día simplemente. Tenemos que ser capaces de ver esto en el otro… y perdonar que no esté al 100%.
4-Puesta en valor del otro. A todos nos gusta que nos reconozcan lo que hacemos, especialmente si lo hacemos bien. Un “gracias, mi amor” vale oro en la familia.
5-Tiempo. Para uno mismo (aunque sean 10 minutos escondido en el baño) para desconectar de la vida y reconectar. Hacer un reset. Como los ordenadores.
6-Tiempo. Para la pareja. De vez en cuando, tiempo para los dos es fundamental. Para recordarnos porqué hemos llegado hasta aquí. Una cena solos cuando los niños se han dormido, una escapada al bar de abajo a tomar un vino… algo solos los dos. Sobre esto, escribí también, os dejo el link aquí.
Con estas 6 herramientas, sobrevivimos. Y lo llevamos bien. No es fácil. La vida pasa muy rápido.
Tenemos que intentar aprovecharla ¡Lo más posible!