Ayer fue San Valentín. Y nosotros somos muy celebrar el amor. Muy de fechas señaladas, aniversarios de novios, de bodas… de todo. Tenemos un valor en nuestra casa que es celebrar la vida, no esperar a mañana para brindar, porque conocemos lo incierto. Hoy estás, mañana no. Así que, vivimos celebrando cuando hay que celebrar y cuando no, también.
San Valentín es una excusa perfecta en nuestra casa para celebrar nuestra cena romántica semanal. No hacemos más que un detallito de comer en forma de corazón, prepararnos una cena rica y abrir un vino. En silencio, cuando los niños ya duermen. Ese es nuestro momento. Lo hacemos todas las semanas, pero esta semana lo hemos hecho coincidiendo con San Valentín.
EL AMOR…CON HIJOS
El amor, con hijos, se complica. No nos vamos a engañar. Los hijos en primer lugar, abarcan un tiempo que antes era de “libre disposición” y que se dedicaba a la pareja. Ahora, muchas veces, nos saludamos al vuelo por la mañana y por la noche, entre cenas y acostar a los niños, se nos va la hora de todo.
Los hijos ocupan, además de tiempo, sitio. Los que me seguís en Instagram, sabéis de mis avatares nocturnos. La idea romántica de que cada niño se duerme en una cama, y el matrimonio en la suya, pues para las películas. En nuestra casa, reina la supervivencia, así que muchas noches acabamos durmiendo los 4 en nuestra cama. O dormimos con alguno de los niños si están malitos. O en el sofá. Donde sea. No nos ponemos escrupulosos. El objetivo es dormir.
Pero no sólo esto. Los niños, nos hacen discutir. No directamente ellos, pero el cansancio que nos produce el día a día, trabajo, casa, hijos… hace que un plato en la fregadera (y no en el lavaplatos) desate la de San Quintín. Ya lo conté en un post hace unas semanas, donde hablaba de que el motivo principal de discusión en los matrimonios es el cansancio.
Por eso, celebrar el amor con niños, es muy difícil. Pero no imposible.
CON ELLOS
Nosotros lo celebramos con ellos y les hacemos partícipes porque ellos son el fruto de nuestro amor. Y se lo decimos mucho.
-Cenas especiales con los niños 1 vez a la semana. Pizza o hamburguesa con ellos. Y ellos felices. Y nosotros les recordamos cuánto les queremos y lo felices que somos con ellos. Luchamos toda la semana con su educación, tiene que haber un día en el que no haya lucha sino felicidad.
-Planes especiales con ellos. Excursiones, actividades que les gustan.
A través de su felicidad, nosotros somos felices. Verles contentos y disfrutando, nos une. Nosotros les miramos y decimos: “Somos una familia” “Somos felices” Y no necesitamos más. Esto, también es celebrar el amor.
SIN ELLOS
Esta parte, también es maravillosa. Y fundamental en nuestra vida. Si no tenemos momentos para nosotros, para hablar, reconectar, abrazarnos (solos y sin compañía)… nuestra familia no funcionaría. Nuestros momentos solos, son nuestra gasolina.
-Una vez en semana, cuando los niños duermen cenamos solos. Tranquilos y en silencio, repasamos los temas de actualidad de nuestra vida. Estos temas que no nos da tiempo ni a hablar por whatsapp porque vamos corriendo a todos los lados.
-Salir solos a cenar o con amigos. Esto lo hacemos cuando los abuelos nos cuidan a los niños. No abusamos, pero solemos hacerlo una vez al mes o cada mes y medio. A veces vamos solos, a veces vamos con amigos a cenar. Todo esto, nos da vida y nos saca del sota, caballo y rey del día a día.
-Escapadas solos de fin de semana. Estas son contadas. Pero también, con la colaboración de los abuelos intentamos hacerlas un par de veces al año. Hace 6 meses nos fuimos al sur de Francia, Las Landas, a un paraje espectacular donde nos perdimos 2 días. Volvimos completamente renovamos. Ahora nos escapamos una noche a un hotelito rural en el interior de Gipuzkoa una noche.
En definitiva, el amor hay que celebrarlo siempre. ¡Feliz San Valentín!