Nos escribe una pareja de Girona que tiene diferentes problemas con su perrita para pedir ayuda de Martín (*). Creen que la perra sufre ansiedad por separación y por motivos laborales de ambos pasa 36 horas seguidas sola cada semana y no saben cómo solucionarlo. Además, la perra come compulsivamente y tiene miedo a cierto “modelo” de personas. Ahí va la respuesta de Martín:
“Hace unas semanas tratamos en una consulta el tema de los trastornos relacionados con la separación del dueño, en especial la llamada ansiedad por separación. Allí esbozamos los motivos y situaciones en que suele presentarse dicho cuadro, a los que me remito en este momento para no ser repetitivos.
Como ya es costumbre, vamos a analizar separadamente las cuestiones que surgen de tu consulta.
1- Comer compulsivamente.
Hemos mencionado también con anterioridad que es habitual en los perros que vienen de refugios o perreras la existencia de una “desesperación” a la hora de comer, como si pensaran que es la última comida que van a tener. Ello obedece a que muchas veces, independientemente de la buena voluntad que pueda tener la gente que los atiende, se produce una fuerte competencia por los recursos entre los perros que conviven y como ya sabemos, el más apto –que muchas veces es el más fuerte- es el que se lleva lo mejor o la mayor cantidad.
Indicas que hace dos meses que la habéis adoptado, de modo que a pesar de que actualmente no tenga que competir con nadie, es normal que presente aún ese tipo de conductas; sobre todo si estuvo mucho tiempo en la perrera previo a la adopción.
Siempre suponiendo que estéis dándole la cantidad diaria que le corresponde por su edad, tamaño y complexión, te aconsejo que la dividas en más tomas de las que hace actualmente, ya que ahora lo importante no es que perciba “cantidad”, sino “frecuencia” en la alimentación.
2- El miedo a los hombres altos y gruesos.
Nuestros amigos los perros son generalmente curiosos y de naturaleza exploradora y tienen una enorme ventaja respecto a nosotros: como hasta donde sabemos no tienen pensamiento abstracto al estilo humano, no son capaces de tener miedo a “lo desconocido”.
Este dato que parece una obviedad, nos conduce a una conclusión lógica: si el perro tiene miedo a algo implica que lo conoce o, hablando en plata, si le ha tomado temor es porque ha tenido una experiencia desagradable con eso (o bien porque nosotros se lo hemos inducido, pero ésa es otra cuestión).
No me surgen de la consulta datos relativos a situaciones que haya podido vivir la perrita en ese sentido, por lo que no puedo expedirme concretamente. Pero teniendo en cuenta que en vuestras ausencias es una persona de las características “sensibles” quien le lleva el alimento y ella, más allá de mantener la distancia no tiene otras reacciones de temor, parece una cuestión que puede ser resuelta por un profesional a través de las técnicas usuales de modificación de conductas.
Por supuesto, como siempre, es fundamental la observación del animal para determinar la naturaleza del caso ante el cual nos hayamos.
3- La ansiedad.
Hemos definido ya a nuestros perros como animales gregarios y sociales para los cuales lo natural es la vida en grupo, ya sea éste específico o interespecífico. Hemos señalado que el surgimiento de la propia especie canina como tal se debió a la interacción con la raza humana y que por lo tanto es consustancial al perro su convivencia con el ser humano. “Canis familiaris”, ¿porque nos es familiar tenerlo cerca? ¿Porque forma parte de nuestra familia? Cualquiera de las dos opciones los define.
Luego, si debido a su naturaleza propia y muchas veces también a nuestra propia acción sufren cuando les dejamos solos un rato, te imaginarás que no es normal ni llevadero para un can estar treinta y seis horas seguidas en soledad.
Vuestra voluntad de rescatar a un animal de la perrera es ciertamente loable, pero me parece que en sus ganas de darle un buen hogar a un perrito quienes os dijeron que se acostumbraría a esa soledad han cometido un error. En primer lugar porque la ansiedad por separación no se quita sola como si fuera un resfriado, sino que hay que trabajarlo; en segundo lugar, porque os podéis imaginar que si el tratamiento es ir “acostumbrando” al animal a partir de separaciones muy cortas e ir aumentando el tiempo muy lentamente, una meta de treinta y seis horas es absolutamente impensable después de sólo dos meses de tener al perro.
Llegado a contestar tu pregunta sobre si dejarla en una residencia durante esa ausencia semanal, mi consejo es que sí, teniendo en cuenta que no le quitaréis el problema sino que evitaréis que se produzca en ese momento en concreto. En las demás ocasiones en que la dejéis sola seguirá presentando el trastorno.
Ahora bien, respecto a la residencia hay que hacer una salvedad importante: si es de las que pueden llamarse de “régimen abierto”, vale decir aquéllas en que por norma los perros están sueltos y pueden interactuar entre ellos, jugar y demás, bien. Pero si es de ésas en las que el animal está en un chenil y lo sacan sólo para dar un paseo y hacer sus necesidades, lo único que lograréis es agregarle al tema de la separación el estrés de estar en un sitio diferente y con su movilidad restringida.”
(*) Martín R. Ojeda es etólogo y adiestrador de Servicios Caninos Integrales
(**) Si quieres que Martín te ayude con tu perro, recuerda rellenar este cuestionario y enviarlo a unomasenlafamiliablog@gmail.com.
(***) Tened en cuenta que los consejos se dan habiendo leído el cuestionario rellenado por la persona que hace la consulta, por lo que el etólogo cuenta con muchos más datos de los que aquí se comentan.