La Asociación para un Trato Ético con los Animales (ATEA) ha informado en una nota de prensa de que el hombre que fue detenido en Portugalete (Bizkaia) mientras apaleaba a su perro Goliath ha reconocido que con su acción violenta pretendía acabar con la vida del animal. El autor confeso de los hechos ha reconocido los mismos ante la jueza encargada del caso en las diligencias previas al juicio (cuya fecha aún no se ha dictado). El agresor explicó que el día de autos comenzó a golpear al animal valiéndose de una barra de hierro con la intención de matarlo, y que pensaba enterrar el cadáver en la fosa hecha por unos amigos tiempo atrás. Alude en su declaración que quería deshacerse de él “porque era mayor, y pensaba que tenía sarna, pues le habían salido unos bultos en la tripa, y no hacía más que rascarse, y se le caía el pelo”. Manifiesta asimismo que nunca le comentó al veterinario la aparición de los bultos.
Este hombre confesó también llevar “al menos medio año queriéndole matar” y, según él, tenía el consentimiento de su hijo, propietario del perro. Durante ese mismo acto, se le tomó declaración también al hijo, quien niega propiedad alguna sobre el animal y reconoce tener mala relación con su padre. Según este, llevaron el perro a la huerta “hace unos 14 años”, junto con otros animales, para que su padre “se entretuviera”, y recalca que al mismo (su padre) “le encantan los animales y siempre los ha cuidado muy bien”.
El autor de la agresión manifestó su arrepentimiento por los hechos ocurridos, para después añadir que se ha enterado de que “por 10 euros podían haberle puesto la inyección”.
ATEA aprovecha la nota para explicar que, por desgracia, hay muchos casos como el de Goliath: “Goliath se ha convertido en un icono de la protección animal en Euskadi, y también desgraciado representante de miles de compañeros de desdicha, que siguen sufriendo en descampados y muriendo a diario en la más absoluta impunidad. Es por ello que nuestra organización desea aprovechar este dramático caso para recordar que, en su inmensa mayoría, situaciones similares ni siquiera salen a la luz. Se trata de historias de crueldad gratuita y constante, como las que afectan a los perros permanentemente encadenados, tanto en el medio rural como en los polígonos de las ciudades, situación que les causa un padecimiento psicológico continuo, y cuyos cuerpos inertes acaban olvidados en una cuneta tras acciones violentas por parte de sus dueños, como la que nos ocupa.”