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Irene Crespo

Uno más en la familia

Pánico entre propietarios de perros al detectarse casos de envenenamientos en varias localidades guipuzcoanas

San Sebastián, Errenteria, Irun, Lazkao y Anoeta. Estos son los puntos de la geografía guipuzcoana en los que se están produciendo diversos casos de perros y gatos envenenados en las últimas semanas. Un problema que está generando una gran preocupación entre propietarios de animales domésticos y veterinarios de las zonas afectadas. Las denuncias realizadas por los afectados ante policía local y Ertzaintza no han fructificado de momento con el hallazgo de los culpables.

Txiki, yorkshire de Juan y familia fallecido por envenenamiento en Lazkao

“Tengo al otro perro amargado, lo saco por la calle atado, sin dejar que se acerque a las zonas con hierba, sólo por el asfalto y, si le dejo entrar en zona verde, es con bozal”, cuenta Juan Aranoa. “Tengo psicosis, no quiero perder a este también”. Este vecino de Lazkao, junto con su mujer y sus hijas, eran los propietarios de Txiki, un pequeño Yorkshire de diez años que murió el pasado 20 de septiembre envenenado. La familia sacó a pasear al perro a última hora de la tarde y a la vuelta lo notaron raro. “Txiki estaba tristón, no se movía.., gritaba y lloraba y tenía el estómago muy duro”, explica Juan.

Minutos después de llegar a casa, llevaron al perro de urgencia a la Clínica Beasain. La veterinaria Mª Dolores Mata atendió allí a Txiki: le administró suero intravenoso, oxígeno y le hizo un lavado de estómago. Pese a ello, murió al cabo de unas pocas horas. Según el informe presentaba “síntomas de intoxicación por sustancias que suelen ser usadas como insecticida”. En ese momento en la misma clínica estaba ingresado otro perro con los mismos síntomas y que había paseado por la misma zona: el barrio de San José.

La familia recuerda el último paseo de este Yorkshire, sus juegos habituales y cómo, en un momento dado, comenzó a comer algo que había en el suelo.  “Le eché la bronca, pero no le di más importancia”. Sin embargo en ese momento el perro estaba ingiriendo alguna sustancia tóxica que terminaría con su vida rápidamente. No entienden cómo alguien puede querer hacer ese daño a los animales y recuerdan que además la zona es de fácil acceso para los niños, justo frente a un parque infantil.

Primeras señales

Algo común en todos los casos de perros envenenados detectados es que éstos comienzan a “relamerse”, una conducta que solamente llevan a cabo cuando han comido algo que les ha gustado especialmente.  Esta es una de las pruebas de que se trata de hechos intencionados, puesto que el veneno se mezcla con carne o cualquier otro alimento que resulte atractivo para los perros. La misma veterinaria explica que hace dos años hubo una investigación por otra oleada de envenenamientos en Lazkao y al hacer la autopsia a uno de los perros descubrieron que el veneno se había introducido en una salchicha. “Lejos de ser algo puntual, es por desgracia algo que casi todos los veterinarios estamos muy acostumbrados a ver” lamenta.

Mata revela que ha atendido también recientemente otros casos de envenenamiento de la zona de Anoeta. La Clínica Ibaiondo de Tolosa amplía detalles: “entre julio y agosto ha venido prácticamente un perro a la semana con esos síntomas. En total han sido unos ocho perros atendidos en urgencias y cinco entre semana”. La mayoría de los perros habían paseado por el camino hacia la estación de tren o en una determinada zona cercana al río Oria. En esta clínica afirman que es intencionado porque es algo que pasa con cierta frecuencia y relata dos ejemplos: “el año pasado, en Semana Santa, encontramos insecticida mezclado con carne y, en otra ocasión, en una barra de pan”. Una vez más la sustancia se hallaba mezclada en alimentos llamativos para el perro, algo que prueba que existen personas en distintos puntos de nuestro territorio dispuestas a envenenar perros por algún motivo.

Preocupación en Altza

Afectados por los envenenamientos de perros en el donostiarra barrio de Altza y otros propietarios que pasean habitualmente a su perro por la zona

Esta secuencia de hechos se repite con frecuencia en varias localidades, sin que hasta la fecha se haya encontrado a ningún responsable. San Sebastián no se queda atrás. Entre finales de julio y agosto varios perros del barrio de Altza han fallecido envenenados. Una vez más todos habían frecuentaban la misma zona, en este caso el Paseo de Félix Iranzo.

La mayoría de esos perros fueron atendidos por el veterinario Marco Villén en los servicios de urgencia de la Clínica Altza. El primero al que atendió fue Budy, un mestizo de pastor de cuatro años. Ernestina Rubio, madre del propietario del can, relata que el 9 de agosto, tras haber paseado al perro por esta zona, notó cómo su perro se empezaba a comportar de manera “extraña” y “seguidamente comenzó a temblar”.

“Tuve que ir a buscarlo al domicilio porque presentaba un cuadro de convulsiones que no cesaban”, explica Marco. “Íbamos a llevarlo nosotros, pero cayó desplomado en la calle y no se movía”, añade Ernestina. El doctor Villén sigue explicando que “tras llevarlo a la clínica e ingresarlo, usamos varios fármacos para controlar los síntomas nerviosos (convulsiones), pero tras cuatro horas de no conseguirlo, los propietarios decidieron optar por la eutanasia para evitar más sufrimiento”.

Budy murió la madrugada del día 10 y ese mismo día, horas después, llegó Tomy al mismo centro sanitario. “Yo estaba ya francamente asustado, esperando una oleada de perros envenenados”, recuerda Villén. “Ese día, como era habitual, sacamos al perro por el paseo de Iranzo, por la mañana y de nuevo por la tarde”, recuerda Paula Jiménez, hija de la propietaria de Tomy. Hacia las 21 horas el perro “empezó a jadear continuamente y parecía desubicado”. Su familia pensó que Tomy estaba sufriendo un golpe de calor y lo metió en la ducha, “pero seguía exactamente igual”. Llamaron a Villén y le esperaron en la puerta de la clínica, “cuando llegó el veterinario, el perro estaba tumbado echando espuma por la boca” explica Paula.

“El cuadro de Tomy era similar, alternando cuadro de convulsiones con cuadro de músculos tetánicos y ataxia (incapacidad de moverse normalmente)” dice Villén. El perro estuvo en la clínica hasta la madrugada y, al presentar una mejoría, la familia se lo llevó a casa. Paula explica que el perro siguió jadeando durante toda la noche y de repente cayó desplomado sin moverse “pero respiraba”. Volvió a levantarse, -“siempre se ha caracterizado por ser un perro muy fuerte”-, pero hacia las ocho de la mañana se desplomó de nuevo. Cuando se levantó, estaba claro que Tomy no estaba bien “estaba ciego, iba de un extremo del balcón al otro chocándose con las paredes, no te contestaba cuando le llamabas y cuando le acariciabas, parecía que ni te conocía. Estaba totalmente ido y desubicado”. Para entonces la familia de Tomy ya tenía claro que había que tomar una decisión, “el perro no podía seguir sufriendo así”. El veterinario les explicó que podía ingresar a Tomy y tratar de recuperarlo pero que, en el hipotético caso de que saliese adelante, tendría graves secuelas neurológicas. “Fueron unos momentos horrorosos, hemos sufrido muchísimo y todavía lo seguimos haciendo, que algún desalmado nos quite a nuestro perro de un plumazo no es justo”, lamenta la familia de Tomy.

Homer, uno de los perros de Altza fallecidos por envenenamiento

Otro perro envenenado en el paseo de Félix Iranzo fue Homer. Este ratonero de 15 años fue atendido por Javier Vicente, veterinario de la Clínica Aya de Irun. Era el fiel compañero de José, un vecino de 80 años con el que, además de pasear, trabajaba en la huerta. El perro solía ir suelto, pero como ya se habían dado varios casos de intoxicaciones, ese día iba atado. El fatal día José vio que Homer había comido algo. “Lo dejó en casa sobre las 20 horas y a eso de las 21:30 estaba con convulsiones”, recuerda Cristina, una de las hijas de José. Llevaron al perro de urgencia al veterinario y quedó ingresado. A los tres días la familia llevó a Homer de vuelta a casa porque, “pese a estar muy débil, parecía que iba a salir”. Pero el día 19 de agosto Homer falleció a consecuencia de los daños producidos por el veneno ingerido.

Perros y gatos en Irun

Javier Vicente explica que en su clínica han atendido también varios animales intoxicados en Irun. “En lo que va de año han sido ya diez gatos y ochos perros”, todos ellos envenenados en los barrios de Olaberria, Lapitze y Meaka. “Aconsejo siempre que se ponga denuncia para que todo el mundo se conciencie al menos” explica este veterinario.

La misma historia se repite una y otra vez por nuestra geografía y, pese a que diversos ayuntamientos y policías locales han investigado algunos de los casos, no se han encontrado culpables. El fácil acceso de la población a la compra de estas sustancias se une a la dificultad y elevado precio de las pruebas veterinarias. Cualquiera puede comprar este tipo de tóxicos en el supermercado, sin embargo, parte de las pruebas veterinarias no se hacen porque suponen un gasto excesivamente elevado para el propietario del perro, “que al fin y al cabo lo que quería era salvar la vida de su can y este ya ha fallecido” comenta Gregorio Rubio, veterinario de la clínica Dunboa de Irun. Además, “para mandar algo a estudiar a toxicología tienes que decirle qué sustancia sospechas que es, no puedes mandar algo a analizar sin más y esperar a que te digan en que consiste”, añade Mª Dolores Mata.

Sin culpables localizados, el miedo se extiende entre quienes frecuentan zonas afectadas por estas oleadas de envenenamientos. Donde antes se podían ver perros corriendo y jugando, ahora se ven canes atados y dueños mirando con lupa cada cosa que huelen o simplemente miran.

Supervivientes

Los veterinarios coinciden en que diversas causas hacen que el perro sobreviva o no: la cantidad de tóxico ingerida, el peso del perro, su edad, su estado de salud, la rapidez con la que es atendido por un especialista… Explican que si el can es llevado antes de que transcurra una hora de haber ingerido la sustancia venenosa es posible hacerle vomitar, algo que da más posibilidades al animal de salir adelante.

Sayko con Koldo, su propietario

Sayko es un de esos perros que ha logrado sobrevivir a una intoxicación. Este mestizo de pastor alemán con pastor belga de casi cuatro años dio un gran susto a sus propietarios este verano también. En esta ocasión, la zona en la que el perro ingirió la sustancia tóxica fue en Beraun (Errenteria), al lado del instituto. “Sé que fue ahí porque es el único sitio en el que dejo a Sayko suelto” relata Koldo, su dueño. “Hacia las tres de la madrugada se empezó a quejar, lo saqué a la calle, hizo sus necesidades y se quedó tranquilo” continua Koldo. Pero por la mañana encontró excrementos de su perro en la cocina “cosa muy muy rara en Sayko” aclara. Lo sacó a pasear y empezó con vómitos y diarreas, “en un camino de cien metros, vomitó nueves veces” recuerda Koldo. Llevaron al perro al veterinario, quien le medicó para cortar los vómitos y le dio omeprazol para el estómago. Al día siguiente volvieron a la clínica y el propio veterinario les dijo que, por lo violento de los síntomas, era muy probable que se tratase de un envenenamiento. Los días posteriores el perro al principio no comía, “estaba apagado y sin ganas de nada” explica Koldo. Pero el tiempo pasó y Sayko se fue poco a poco recuperando, “suerte tuvimos de que es un perro grande, en buena forma y con buena salud, si no, no lo cuenta”.

Sin embargo ante la intención de una persona de hacer daños irreparables a los perros poco se puede hacer. El hecho de mezclar sustancias tóxicas con comida hace casi imposible para un propietario la prevención. “Entiendo que haya personas a las que no les gusten los perros, pero matarlos es otra cosa.., no comprendo que nadie se tome así la justicia por su mano”, señala uno de los afectados. Su única esperanza, atrapar al culpable de la muerte de su fiel amigo “para que escarmiente y a otros se le quiten las ganas”.

Perturbados y denuncias sin fructificar 

Todos los casos de envenenamientos de perros tienen rasgos comunes, incluso el hecho de que se desconoce la autoría. Algo en lo que coinciden todos los veterinarios consultados es en la más que sospecha de que se trata de envenenamientos intencionados. La mayor prueba –además de la observación de los animales afectados- es que prácticamente en todos los casos la sustancia tóxica esté mezclada con alimentos. Este factor echa por tierra una de las sospechas habituales entre dueños de perros y gatos, quienes suelen hablar de la posibilidad de que el tóxico haya sido puesto en la zona afectada por el ayuntamiento de la localidad para combatir alguna plaga. Sin embargo los especialistas son tajantes y coinciden en que en este supuesto las cantidades dispuestas para que el animal llegara a morir tendrían que ser mucho mayores de lo que los técnicos municipales suelen poner. Además, al no estar mezclado con alimentos, no llamaría la atención del can.

Javier Vicente, veterinario de la Clínica Aya de Irun, explica a este respecto que por ejemplo en las campañas para eliminar ratas, el veneno se echa impregnado en gránulos dentro de las alcantarillas. “A menudo las ratas al salir a la superficie sacan esos gránulos y algún cachorro puede intoxicarse al lamerlo jugando, pero ya estamos hablando de una combinación de situaciones que es difícil que se produzca”.

Algunos vecinos de Altza sospechan de una mujer como presunta culpable de poner el veneno que ha terminado con la vida de varios animales. No es la única vez en la que hay algún sospechoso: en la oleada sucedida hace dos años en Lazkao el propio ayuntamiento pidió a la veterinaria que había atendido a los perros que le remitiese un informe puesto que había abierta una investigación y contaban con un posible culpable identificado. Finalmente no se pudo probar. Esta vez, de momento, la policía local ha descartado tramitar la denuncia hasta no contar con algún sospechoso.

Se sospeche de alguien o no, tanto veterinarios como afectados aconsejan que estos hechos se denuncien ya que se da la paradoja de que mientras los primeros ven casos como estos a menudo, las autoridades afirman no estar acostumbradas a recibir denuncias sobre este tipo de sucesos.

 

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