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Irene Crespo

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Cuidado con las conductas que refuerzas en tu perro

Pomerania enseñando los dientes

Martín Ojeda (*), nuestro etólogo, nos ha hablado ya en diferentes ocasiones sobre lo que podemos, sin querer, enseñar a nuestro perro y sobre acciones que reforzamos en ellos sin darnos cuenta y sin querer que continúen. Nos habla hoy de un claro ejemplo de esto:

“Sucedió ayer mismo. Estaba tomando un café en un bar cuando por el rabillo del ojo vi dos perrillos que andaban tranquilamente por debajo de las mesas. Conociéndolos como los perros del dueño, el tema no me produjo más interés que la habitual mirada de simpatía, hasta que escuché unos terribles gruñidos que venían de una mesa situada a un par de metros. Levanté la vista y pude ver como el hombre sostenía en brazos a la pequeña pomerania local que, cada vez que le acercaba alguien la mano, se debatía desesperadamente con profusión de muestra de dientes, ladridos, gemidos y todo lo que usted imagine. A partir de allí no pude evitar seguir el desarrollo del tema viendo así, desgraciadamente sin sorprenderme, que la respuesta ante cada exabrupto de la perra era las carcajadas del personal tras retirar la mano para ponerla a salvo.

Devuelta al suelo, la perrilla siguió con su investigación acercándose a mí, lo cual aproveché para intentar captar su atención. La pobre se mostró muy timidilla, hasta que el dueño vino y la levantó para el mismo juego de antes, esta vez conmigo. Confieso que no pude evitar la tentación de intentar mejorar la vida de la perrilla un poco y, de paso, enseñar algo a sus dueños. Así que cuando trajo a la pobre cerré la mano para proteger los dedos y se la acerqué lentamente para detonar la reacción. La pobre mostró los dientes, ladró, gruñó, aulló en plan gremlin alimentado después de medianoche y me marcó con mayor o menor intensidad hasta que, dándose cuenta que la mano no se iba, se calmó, puso su patita sobre mi mano y giró la cabeza hacia el lado contrario en clara señal de calma.

La reacción de la gente no se hizo esperar. Que si la había hipnotizado con la mirada, que si soy “encantador de chuchos”, etc. Creo que hubo cierto desencanto cuando expliqué que simplemente fue utilizar una técnica (que no usaría si pudiera tratarla con tiempo) para dejar claro dos cosas: la primera, que esa conducta no es normal (aunque sea habitual verla). La segunda, que por ese mismo motivo no hay que fomentarla.

Vamos a ver por qué. Como no he podido hacer una anamnesis completa, supongamos que el origen del problema es una condición determinada que hace que la perrilla sea insegura o tenga miedo al contacto humano, o bien al contacto estando en brazos. Su reacción ante tales situaciones ha sido entrar en esa especie de frenesí de gritos y colmillos ante el cual la gente no sólo se retira, sino que además demuestra su aprobación mediante risas y festejos.

¿Es probable entonces que se extinga esa conducta, con un doble refuerzo positivo para la perrilla? Difícil, ¿verdad?

Como ya hemos hablado al tratar el tema del aprendizaje, hemos de tener plena conciencia no sólo de lo que enseñamos voluntariamente, sino también de aquéllas cosas que puedan resultar un estímulo o un refuerzo para el animal sin que nos demos cuenta ya que tal vez nosotros mismos estemos contribuyendo a la aparición de conductas indeseables.”

(*) Martín R. Ojeda es etólogo y adiestrador de Servicios Caninos Integrales

(**) Si quieres que Martín te ayude con tu perro, recuerda rellenar este cuestionario y enviarlo a unomasenlafamiliablog@gmail.com.

 

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