Comencé hace unas semanas a contaros historias especiales con finales felices. Estas historias me las ha pasado la  Asociación Bubastis y tienen en común tener como protagonistas a animales que en un primer momento habrían sido tachados como dignos candidatos a la eutanasia, alguien decidió no sacrificarlos y hoy en día viven más que felices. Empezamos con el caso, de Erin, le siguió el de Irenia y hoy es el turno de Pepo.

Pepo, a falta de uno, ha sufrido dos abandonos en su vida. Apareció por primera vez abandonado en el jardín de una persona miembro de la Asociación Kaonbi. Estaba muy claro que alguien lo había dejado allí. El pobre Pepo se había quedado afónico de tanto maullar. Esta asociación está en Arrasate pero, como Bubastis le encontró familia adoptiva en Errenteria, el gato fue llevado a dicho municipio. Todos estaban contentos porque Pepo iba a vivir estupendamente en una hípica. Pero, a las tres semanas, el propietario llamó a Bubastis para decirles que el gato tenía una pata colgando y que no sabía a que se debía. Bubastis sospechó enseguida que la lesión vendría de un ataque de los perros que tenía el hombre para guarda, pero él lo negaba. Viendo que el propietario no tenía ninguna intención de llevar a Pepo al veterinario, se encargó de ello Bubastis. El diagnóstico fue el siguiente:  fractura de extremidad delantera izquierda, por mordedura de perro. Llamaron al dueño contándoles el diagnóstico y este dejó claro que ya no quería a Pepo, así que el gato pasó a vivir en acogida en una casa de Bubastis. La Clínica Aya de Irun lo operó y Pepo por fin tuvo la suerte que merecía: quedó perfecto, recuperando casi el 100% de la movilidad normal de dicha pata. En pocos meses, la fortuna de Pepo fue total, ya que fue adoptado por Joserra, un gran amigo de la persona que tenía acogido a Pepo. Hoy Pepo se llama Txistu y vive feliz con Joserra y Pedro en Bilbao. Y, lo mejor de todo, lo que dice Bubastis: “Ahora tenemos la certeza de que no habrá nunca más un abandono en su vida.”