El etólogo canino Martín R. Ojeda (*) nos ofrece esta semana una tercera entrega del tema del aprendizaje en el perro (si queréis leer la segunda parte, podéis pinchar aquí ).
“Muy bien. Gracias a nuestra habilidad y paciencia, a la enorme disponibilidad de trabajo (y diversión) de nuestro can y a la aplicación de las conclusiones de los estudios de Thorndike (y Skinner, que no lo hemos nombrado), nuestro/s chucho/s del alma son maestros en sentarse, echarse, dar la pata y cuantas cosas nos ha dado por enseñarle/s.
Pero claro, no es suficiente. Hemos visto a Lassie y Rin Tin Tin (madre mía, los años que tengo ya…) en la televisión haciendo cantidad de cosas distintas una tras otra y queremos probar con nuestro peludo que, como todo dueño sabe, es más inteligente que cualquiera de los demás.
Adelante pues. Supongamos que queremos enseñarle alguna cosilla compleja, por ejemplo: pillar el tirador que hemos puesto en una puerta, tirar de él para abrirla, y luego entrar en la habitación. A primera vista se nos presentan dos opciones claras:
1- Premiar después de que muerda, después de que abra y después de que entre. Pero…¿estamos ejecutando una conducta compleja o está haciendo tres cosas distintas una detrás de la otra? ¿Podremos englobar así las tres en una sola orden, por ejemplo, “Abre”? No parece.
2- Entonces, nada de premios hasta que no entre. Muy bien, pero…¿por qué va a hacer una conducta no premiada? Ya dijo Thorndike que conducta y premio tienen que ir pegadas, de modo que entrará en la habitación perfectamente (allí hay premio), pero pasará de pillar el tirador y abrir.
¿ENTONCES?
Tranquilidad. Aquí es donde viene en nuestra ayuda la psicología en la educación con una cuestión que se aplica en nuestras propias aulas, y que sirve perfectamente para nuestros amiguetes.
David Premack, profesor emérito de la Universidad de Pensylvannia realizó distintos experimentos con primates para determinar el funcionamiento de los refuerzos en el aprendizaje llegando a distintas conclusiones. Entre ellas, la que nos interesa en este momento, es la enunciación del siguiente principio: “Dadas dos respuestas en un procedimiento de condicionamiento operante, la respuesta más probable reforzará a la conducta menos probable; la respuesta menos probable no reforzará a la conducta más probable.”
¿No le suena a nada? Bueno, una aclaración previa: donde dice respuesta más probable, entienda usted que es la que tiene premio (por eso es más probable). ¿Todavía no le trae nada a la mente? Y si le digo: “Ordena tu habitación. Y luego, cuando termines la tarea del cole podrás salir a jugar al fútbol con tus amigos”?
Ahora sí, ¿verdad? “Ordena tu habitación” es la conducta menos probable, mientras que “hacer la tarea del cole” es la más probable porque tiene premio (salir a jugar al fútbol con los amigos).
Si le damos a elegir al niño entre ordenar o hacer la tarea, seguramente elegirá la tarea porque es la que le reporta beneficio, mientras que la de ordenar no. Pero si supeditamos la del premio al cumplimiento de la otra, entonces la cosa cambia, ya que si no se cumple no se puede acceder a la premiada.
¿Cómo se aplica esto al aprendizaje de la conducta compleja de nuestro perrote? Eso…para la próxima.”
(*) Martín R. Ojeda es etólogo y adiestrador de Servicios Caninos Integrales
(**) Si quieres que Martín te ayude con tu perro, recuerda rellenar este cuestionario y enviarlo aunomasenlafamiliablog@gmail.com.