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Ion Urrestarazu

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Centenario de la muerte de Louis Happe (1919).

Louis Happe, momentos antes del fatídico vuelo. Kutxateka./ Louis Happe, momentos antes del fatídico vuelo. Kutxateka.

Hoy, 14 de julio, se cumplen cien años de la muerte del piloto y veterano de la Gran Guerra Louis Happe, fallecido tras estrellarse con su avión al poco de despegar del aeródromo de Lasarte. El siguiente artículo recoge toda la historia del suceso que conmocionó a la sociedad donostiarra de la época.

LLEGAN CUATRO AVIONES

El 13 de julio de 1919 aterrizaron en Lasarte cuatro biplanos Breguet 14, pertenecientes a la “Compagnie des Grands Express Aériens”, empresa francesa de nuevo cuño especializada en turismo. Los pilotos Delrieu, Favreau, Happe y París—todos ellos veteranos de la Gran Guerra—, habían salido del aeródromo de Villacoublay para llevar a cabo un viaje promocional con destino a Marruecos.

Una vez en tierra, fueron recibidos por Ezequiel Roca, miembro del Club de Golf de Lasarte. Este los llevó a San Sebastián y les hizo de cicerone por la urbe, terminando en el Aero Club, donde serían agasajados. Para corresponder, los pilotos invitaron a los socios a dar una vuelta en sus aviones a la mañana siguiente.

Efectivamente, a las diez de la mañana del 14 de julio, los pilotos franceses y sus pasajeros comenzaron a prepararse para alzar el vuelo. El primer avión sobrevoló San Sebastián sin novedad; pero, según volvía al Lasarte, el piloto vió que algo dramático había sucedido en el aeródromo. Para que el pasajero no se impresionara, viró el aparato con dirección a la capital.

EL SUCESO

Tras la partida del primer avión, el siguiente sería el de Louis Happe, yendo como acompañante el jefe de la Guardia Municipal de San Sebastián, Antonio Vivar. Pero algo sucedió que nada bueno presagiaba. Tras arrancar el motor, este se caló en dos ocasiones. Tras media hora de pruebas, el piloto consiguió ponerlo en marcha. Nadie imaginaba lo que iba a ocurrir.

Al principio todo marchó bien. Tras recorrer todo el interior del hipódromo—lugar que ocupaba del aeródromo—, el biplano se elevó, salvando con facilidad la valla y los arbustos que lo rodeaban. Cuando el avión volaba a unos 10 metros de altura, comenzó a descender rápidamente y a toda velocidad contra una arboleda próxima.

Con gran sangre fría, Vivar se puso de pie sobre el asiento, y tras ver el árbol contra el que se dirigían, saltó fuera del avión, sin vacilar. El choque fue brutal. El añejo roble cayó a tierra junto con el biplano, que comenzó a arder. La cola, ya envuelta en llamas, golpeó a Vivar, lanzándolo a bastante distancia del árbol. Había salvado la vida, sin mayor daño que unos arañazos y magulladuras.

Happe, consciente pese al choque, pudo desasirse de las correas y alambres que le retenían, arrastrándose por debajo del fuselaje, saliendo envuelto en llamas. Los demás pilotos y pasajeros, impotentes, miraban la escena horrorizados, paralizados por el terror. Uno de los presentes corrió hacia su automóvil, en busca de un extintor con el que rociar el abrasado cuerpo del piloto.

El piloto, desnudo tras retirársele a cuchillo los humeantes harapos, fue trasladado a un portal de Lasarte, donde las vecinas sacaron un colchón. Sería asistido por el joven médico de Andoain, Alejandro Lanzarain, que en ese preciso instante iba en el tranvía de Tolosa. Tras adquirirse en una farmacia próxima ácido pícrico, el médico y las vecinas untaron el cuerpo carbonizado del herido, a fin de intentar aliviar los dolores.

La noticia pronto llegó a San Sebastián, desde donde llegaron diferentes personalidades con la intención de ayudar, como el médico Fernando Tamés, llevado a toda prisa en una moto sidecar, o diferentes autoridades como el gobernador civil Semprún y el alcalde donostiarra Zuaznávar. Al final, Happe sería trasladado en un camión al hospital civil de San Antonio Abad.

LA MUERTE DEL SUBTENIENTE LOUIS HAPPE

El gobernador civil acudió al palacio de Miramar para informar de la tragedia a la reina María Cristina, que quedó hondamente impresionada y le encargó tenerla informada del estado del herido. Por desgracia, Louis Happe fallecería aquella misma tarde, tras largo sufrimiento. Tenía 22 años.

El cadáver fue visitado por mucha gente, en especial por la colonia francesa que, a causa del suceso, había suspendido los actos del Día Nacional de Francia en señal de duelo. La afluencia de público provocó que se restringiese el acceso al hospital. Finalmente, el piloto sería enterrado en el panteón de la princesa de Kastrioti y despedido en los funerales organizados por el Consulado de Francia y el Aero Club en la iglesia de San Ignacio.

ION URRESTARAZU PARADA

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Sobre el autor

Un donostiarra curioso de su ciudad, entretenido en observar, desde sus ojos de peatón, todo el entorno que le rodea. Porque hay algo más allá que la bahía y la gastronomía, mostraré con todo lujo detalles, las anécdotas y curiosidades que ayuden a ampliar vuestro conocimiento

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