La quinta playa donostiarra
por Iñigo Cavanillas
La Concha, de las más populares a nivel internacional y “sede oficial” de la realeza en los veranos de finales del siglo XIX. Ondarreta, de corte más familiar y motivo de debate en los últimos años por la invasión de piedras. Zurriola con oleaje más fuerte por estar más abierta al mar, es la más frecuentada por jóvenes y surfistas. Isla Santa Clara, disponible solo unas horas al día y la preferida por veraneantes “liliputienses” por su reducido tamaño. Hasta aquí, todo donostiarra habría conseguido el quesito azul de geografía del Trivial Pursuit (edición infantil) por responder de manera correcta a la pregunta de “¿cómo se llaman las cuatro playas de San Sebastián?”. Bien, cojamos nuestro DeLorean mental y viajemos a un futuro indeterminado en el tiempo en el que la pregunta modificase el número cuatro por el cinco. O simplemente debamos calzarnos unas botas de monte y acudir a Bidebieta.
Ante nosotros, Ulía, nuestro pequeño gran monte. A principios del siglo XX, durante la Belle Époque de la ciudad, Ulía se constituyó como parque de recreo para la aristocracia y hoy en día es un lugar de senderismo muy popular en la ciudad, además de ser una agradable caja de sorpresas poblada de arboles, con infinidad de caminos, y abundantes ruinas escondidas entre la maleza. Y aquí comienza todo…
Ubicándonos en el parque Salvador Allende, antiguo campo de tiro, nos adentramos en el bosque por un pequeño camino que nace a mano izquierda. Al poco de empezar nos encontramos unos pequeños socavones que nos hacen pensar en posibles fosas donde fueron enterrados donostiarras fusilados en el fascismo. Seguimos adelante por un sendero que se intuye hasta llegar a una plantación de bambú que recientemente ha sido talada. Cruzamos un pequeño arroyo que viene del monte y que nos sirve de guía para acercarnos a la falda de Ulía. Da la sensación que recientemente la zona ha sido tratada ya que no queda nada de la maleza que recordábamos meses atrás.
Paso a paso, metro a metro, nos encontramos en medio de la nada con una construcción que nos activa flashbacks de la serie “Perdidos”. ¿Es un bunker? ¿Es un fuerte? No, es un túnel de Junta de Obras del Puerto de Pasajes que atraviesa el monte hasta el mar, curiosa serendipia en medio de tanto verde. Construido en hormigón entre 1937 y 1940 con la función de canalizar el agua de tres manantiales, tiene una longitud aproximada de 530 metros, una anchura de 120 centímetros y una altura de 180 centímetros (algo menos si queremos evitar que ciertos arácnidos hagan mudanza para habitar en nuestra cabeza). Debemos activar el zoom de nuestra mirada para poder apreciar el final del mismo pero como la curiosidad mató al gato, como buenos felinos decidimos atravesarlo linterna en mano para, en 10 minutos, descubrir una joya natural en toda regla; la ensenada Ilurgita.
Volviendo a hablar de ese futuro indeterminado, por qué no pensar en una vía poco transitada pero adecuada al peatón en la que pudiésemos llegar a esta cala en chancletas y sin necesidad de coger las cuatro ruedas. Una cala ya conocida por los senderistas de Ulía y que con el túnel evitaría los abruptos caminos que conducen a ella. Una cala que si Hasbro (propietaria de Trivial Pursuit) nos preguntase por las playas de San Sebastián, ya podríamos hablar de la quinta playa donostiarra.