Barrio de Loyola, a principios del siglo XX. Guregipuzkoa. |
En la tarde del 11 de octubre de 1922, en las obras de construcción de los Cuarteles de Loyola, comenzó una agria disputa entre los obreros allí presentes. Al principio, discutieron por cuestiones del oficio, pero pronto pasaron a mayores y saltaron a rivalidades étnicas.
Viendo lo que iba a ocurrir, los encargados de la obra corrieron en busca de la guardia rural, en un intento desesperado para poner orden en la escabechina que iba a suceder.
Los obreros, gallegos y navarros principalmente —parece que hubo también riojanos de por medio—, formaron bandos según patria y, para empeorar aún más las cosas, echaron mano de las herramientas de la obra para atizarse mutuamente. Azadas, palas y picos pasaron a convertirse en armas de guerra, y, así, la pelea comenzó.
Aquello habría terminado aún peor si los guardias no hubieran llegado a aparecer. Estos, no sin dificultades, pudieron poner orden entre la belicosa turba.
El resultado de la reyerta, por suerte, no llegó a ser tan grave como cabría esperar. Al parecer, sólo hubo dos heridos de consideración. Uno, Manuel Fernández, terminó con una fractura abierta en el tercio medio del cubito izquierdo—es decir, el antebrazo izquierdo—; el otro, Marino Goicoechea, acabó con una contusión con erosión en la región costal izquierda.
Pese a que en la pelea intervinieron más obreros, los agresores detenidos fueron: un navarro de Artajona, llamado Aniceto Guembre, el ya mentado Goicoechea y un gallego de Pontevedra, llamado Bernardino Camiña. Todos ellos fueron detenidos y conducidos al Gobierno Civil, en la calle Oquendo.
ION URRESTARAZU PARADA
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