Paseando por el viejo cementerio civil de Polloe me encontré con una sencilla lápida que rezaba lo siguiente: “In loving memory of Sir Gilbert Mackereth”—¡Nada menos que un sir inglés!, pensé—. A la dedicatoria le acompañaban las misteriosas siglas “KCMG” y “MC”. Veamos qué historia esconde.
SIR GILBERT MACKERETH
Nuestro protagonista vino al mundo un 19 de octubre de 1892, en Salford, Lancashire, en el seno de una familia acomodada y de fe protestante.
Al estallar la Primera Guerra Mundial, se alistaría como soldado raso en los “Royal Fusiliers”. En 1915 entraría en combate por vez primera, pasando tres meses en las trincheras de Bethune, Francia. Un año después sería seleccionado para convertirse en oficial y formarse en Oxford. A partir de aquí, su carrera será meteórica.
Convertido en teniente segundo del 17º batallón de los “Lancashire Fusiliers”, será condecorado con la “Military Cross” (MC) por su bravura en combate en St. Quentin, en la Picardía francesa. Avanzó 100 yardas para rescatar a una patrulla de soldados atrapados en tierra de nadie, bajo un fuego intenso de ametralladora.
Poco tiempo después, al sur de Cambrai, recibirá un disparo en la pierna, quedando convaleciente durante cinco meses. Volvería al servicio pocos meses antes del fin de la guerra. Seguirá ascendiendo hasta dirigir, como teniente coronel, el batallón en el que estaba encuadrado. Licenciado en 1919, pasará a la reserva.
En los años 20 comenzará su carrera como diplomático. En 1921 lo encontramos destinado en Jerusalén, donde se casará con Muriel. Su carrera, principalmente, se centrará en el norte de África y Oriente Medio. Recorrerá sucesivamente Tánger, Fez, Adís Abeba, Damasco, Ankara…
A finales de los 30, en Siria, será testigo de la emigración clandestina de los judíos que huían del nazismo y del terrorismo árabe, al cual intentó hacer frente llegando a contratar un sicario. Según James Barr, en su libro “Una línea en la arena”, Gilbert lo hizo para impedir que los terroristas cruzaran impunemente la frontera de la Palestina británica para refugiarse en la Siria francesa.
Tras la Segunda Guerra Mundial será enviado a las Indias Orientales Holandesas—actual Indonesia—, donde ayudaría a restaurar el orden tras la rendición japonesa. Posteriormente, pasará a Colombia. Poco antes de terminar su carrera, será nombrado “Knight Commander of the Order of St Michael and St George” (KCMG). Jubilado en 1953, se retirará a San Sebastián, falleciendo el 11 de enero de 1962.
LA POLÉMICA DONOSTIARRA
En julio de 2009, el historiador amateur Terry Dean visitó Polloe en busca de nuestro protagonista. Tras la visita, dejó sobre la tumba un ramo de amapolas—flor simbólica de la Gran Guerra—y una nota en la que detallaba su admiración por sir Gilbert.
Meses más tarde, recibió un correo electrónico de una mujer donostiarra que le informaba de que en la tumba había colocado un aviso de desalojo—la antiestética pegatina—. Dean contactó con Polloe, y fue informado del impago del mantenimiento, que ascendía a 330€, y de que no se habían hallado descendientes—Muriel había fallecido en Inglaterra en 1979, sin descendencia alguna—.
En mayo de 2010, la noticia del desahucio saltó a la prensa británica. Evidentemente, cada diario trajo la noticia a su terreno, con sublimes variantes, algunas de ellas verdaderamente venenosas, donde ponen a las “spanish authorities” de Polloe por los suelos.
Tanta propaganda tuvo sus beneficios. Dean recibió la oferta económica del diario amarillista “The Sun” para pagar la deuda. También recibió una llamada inesperada, la de un primo de Gilbert, John Sloane, de 84 años de edad. Todo parecía salir a pedir de boca… Pero a la hora de interesarse en pagar el alquiler, para garantizar unos años más el descanso del difunto, se encontraron con unos precios elevados. Así pues, pasaron al plan B.
En 2011 se hizo el pago de los 596 € de la incineración, aportados por Sloan, el “Royal Regiment of Fusiliers” de Lancashire y miembros de la “Western Front Association”. Incineración que, por cierto, ocurrió en la irónica fecha del 31 de agosto. Las cenizas fueron trasladadas a Inglaterra y enterradas en el Jardín Gallipoli, en el “Fusilier Museum” de Bury, el 11 de noviembre, fecha conmemorativa del Armisticio.
Una última curiosidad. Se cree que es el último soldado de la Primera Guerra Mundial en ser repatriado a Inglaterra, al menos desde que en 1920 se enterrase a un soldado anónimo en la londinense Abadía de Westminster.
ION URRESTARAZU PARADA