Por Borja Olaizola
Hubo un tiempo en que los coches se compraban por las prestaciones, el equipamiento o incluso por el prestigio de la marca. Hoy ya no. Hoy lo que importa es el precio. El coche más vendido en España el pasado enero fue un Dacia Sendero, un modelo ‘low cost’ fabricado en Rumanía que cuesta poco más de 7.000 euros, la mitad de lo que vale una berlina generalista. La crisis ha hecho del precio la variable que lo condiciona todo. La consigna para la supervivencia es gastar lo mínimo y se aplica a rajatabla tanto si se trata de comprar un coche como de hacer la compra, calentar la casa o satisfacer pequeños placeres como el tabaco.
«Que el Dacia Sendero fuese el coche más vendido en enero es un indicador bastante claro de por dónde van las cosas», observa David Barrientos, de la Asociación Nacional de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac). Barrientos se apresura a aclarar que el concepto ‘low cost’ no está reñido con la calidad y que el Dacia Sendero es un coche capaz de satisfacer las necesidades de cualquier automovilista. «Dacia es la segunda marca de Renault, son automóviles hechos con los estándares de calidad de la industria europea pero que se venden a un precio más competitivo porque prescinden de florituras y aprovechan componentes de otros modelos».
La fórmula Dacia se antoja una de las pocas alternativas de la industria del automóvil para capear el temporal del mercado español. «Hemos pasado de unas ventas de 1,7 millones de vehículos en 2007 a 700.000 el año pasado, menos de la mitad», lamenta el representante de Anfac. Los fabricantes se salvan gracias a las exportaciones: el 86% de los dos millones de coches que se hacen al año en España se venden fuera. La debacle del mercado interno se combate abaratando los precios y eso explica que los concesionarios de las marcas generalistas se hayan llenado de un tiempo a esta parte de automóviles cada vez más espartanos. Es lo que en las pruebas de las revistas especializadas llaman coches honestos, modelos desprovistos de artificios (sin elevalunas eléctricos o aire acondicionado) que hace unos años se fabricaban exclusivamente para los llamados países emergentes. Son los revolcones de la economía: mientras marcas como Porsche, Mercedes o BMW baten récords de venta en India, Rusia o China, en España compramos ahora los coches que antes se hacían para aquellos mercados.
La caída de ventas de vehículos explica en parte que el consumo de combustible sea cada vez menor. La demanda de productos petrolíferos ha bajado un 21% desde el inicio de la crisis, según datos de la Corporación de Reservas Estratégicas de Petróleo (Cores). No es el único indicador bajo mínimos: tanto el gas natural como la electricidad llevan retrocediendo desde 2009. Sin embargo, en el sombrío cuadro de mandos del panorama energético español se ha encendido una luz que cada vez brilla con más intensidad: el consumo de leña, un combustible que estaba en franca regresión, ha experimentado un empuje sin precedentes en los últimos años. «En tiempos así manda el bolsillo y se está volviendo a lo de antes, es decir, a calentar las casas con madera, que es con diferencia la opción más económica», aclara Rafael Gámez López, de la empresa granadina Leñas la Hoguera.
Hornos de panaderosLa recogida y venta de leña no está sujeta a controles administrativos y es difícil encontrar un indicador que resuma el alcance del fenómeno. Hay varios indicios, sin embargo, que revelan que las chimeneas empiezan a recuperar el protagonismo que habían perdido en los hogares españoles. «Muchos panaderos que se habían pasado por comodidad al gasóleo y la electricidad están volviendo a los hornos de leña», constata el maderero andaluz. En Navarra, uno de los territorios de mayor riqueza forestal, la producción de leña se ha multiplicado por tres. «Aquí hay mucho monte comunal que permite el aprovechamiento gratuito para los vecinos», explica José Luis Imaz, de Maderas Lóquiz, en Estella. «Hace unos años nadie daba un paso para recoger esa madera, pero de un tiempo a esta parte la demanda para participar en los repartos ha crecido de forma vertiginosa».
El fenómeno se circunscribe de momento a entornos rurales y urbanizaciones de casas adosadas donde la chimenea solía desempeñar funciones ornamentales. Sin embargo, el imparable encarecimiento del gas, la electricidad o el gasóleo empieza a provocar movimientos de fondo. «En muchos pisos de ciudad estamos instalando estufas de pellet, que es un residuo vegetal prensado, como apoyo a la calefacción normal», cuenta Josean Barandiarán, de Cerámicas Barandiarán, en la localidad guipuzcoana de Beasain. «La casa es mucho más cálida y la factura se abarata de forma considerable».
El ahorro llega incluso a justificar inversiones como la adaptación a la leña o al pellet de calderas que funcionaban con gasóleo. «Los 2.000 euros que se te van en calentar la casa con gasóleo en un invierno se convierten en 600 euros si tienes una caldera de leña», estima el maderero granadino Gámez López. El guipuzcoano Barandiarán afina los numeros y calcula que la leña es un 60% más barata que el gasóleo y el pellet, un 40%. El incremento de la demanda de madera ha traído consigo además un trajín desconocido en algunos bosques. «Mucha gente que se ha quedado en paro se agencia una motosierra y un remolque y se pasa el día en el monte», explica el responsable de Cerámicas Barandiarán, que desde hace un par de meses ha añadido a su negocio de instalación de estufas y calderas un punto de venta de leña.
Donde el precio marca también su ley es lógicamente en la alimentación. Todas las cadenas coinciden en que ha habido un notable crecimiento en las ventas de productos de marca blanca, que resultan bastante más económicos, y una aceptación cada vez mayor de las promociones de ahorro (tres por el precio de dos, descuentos en la segunda unidad, vales de descuento…). El Panel Alimentario que elabora el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente constata que tanto en 2010 como en 2011 se produjo un descenso del gasto en alimentos. La caída es mayor en productos ‘caros’ como la carne y el pescado. Por el contrario, los alimentos más baratos, caso de las legumbres, el arroz y, sobre todo, las diferentes variedades de pasta, experimentan crecimientos significativos.
Quizás sea en el menguante universo del tabaco donde mayores cambios ha introducido la crisis. El imparable crecimiento del precio de los cigarrillos ha traído consigo un desplazamiento masivo de fumadores hacia el tabaco de liar. El movimiento no pasó desapercibido y los grandes productores de cigarrillos se apresuraron a lanzar sus propias marcas para liar. «El resultado es que ahora tenemos 68 marcas de tabaco de liar cuando hace unos años no pasábamos de la media docena», sonríe resignado el estanquero José Luis Dúo.
Los cigarrillos, como ha ocurrido en todos los países donde ha habido una fuerte presión sobre su precio, pierden terreno a marchas forzadas. Por ejemplo, la marca líder del mercado español, Marlboro, vendió 110 millones de cajetillas menos en 2011 (pasó de 505 a 395 millones). Ducados, que está a la cabeza en labores de liar, pasó de vender 274.374 kilos en 2010 a colocar 1.028.284 en 2011. El fenómeno ha hecho de los fumadores españoles unos especialistas en el arte de liar y también ha sacado a flote a los fabricantes de papel de fumar, un sector que había entrado en franco declive. La catalana Smoking, líder en España, prefiere no dar datos sobre su crecimiento aunque reconoce que el incremento de sus ventas en pleno apogeo de las vacas flacas ha sido «muy significativo». Nada como una crisis para conocer el verdadero valor de las cosas, la ley del bolsillo.