Tuve la gran suerte de conocerte y de charlar en varias ocasiones contigo. A tu hija Milena, la considero mi amiga y veo en ella cosas que solo pueden venir de haber tenido una madre tan fantástica y original como tu. Cada vez que escribías un libro, no me lo perdía y rápidamente iba recomendándolo entre mis amigos. Como editora, fuiste pionera y de las mejores. Todos te recuerdan.
Nos unía nuestro amor por Milena y el amor por los animales. Ninguna de las dos sabíamos vivir sin mar y pese a tus momentos de seriedad (mezclados con un humor único no apto para cualquiera) siempre te admiré y me encariñé contigo. No se cuáles son tus creencias Esther pero en este momento, cierro los ojos y te veo en un jardín, leyendo, con tus gafas oscuras y varios perros a tu lado y por supuesto, un jardín con vistas al mar. Disfruta Esther, siempre supiste hacerlo y de paso, si puedes, cuídanos un poco.
Un beso enorme, siempre estarás en mi recuerdo.