Hoy para mí ha sido como la vuelta al colegio. Había regresado ya hace unos cuantos días de las vacaciones pero todavía no había coincidido con mis colegas La tarea de escribir y preparar entrevistas es muy solitaria y el baño de multitudes de hoy me ha sentado bien. Hablamos, comentamos, nos ponemos al día y una por fin, admite que el verano se acabó aunque me resigne a guardar los biquinis y las gafas de nadar. La multitud la ha congregado esta mañana el escritor norteamericano Paul Auster que no publicaba novela nueva desde hacía siete años y presentaba 4321 (Seix Barral)
“Todo comenzó con un error administrativo. Un error que ha terminado siendo una leyenda familiar: el 1 de Enero de 1900, el abuelo de Archie llegó desde Minsk, Bielorrusia, a la bahía de Nueva York. Tenía diecinueve años y era judío. Mientras esperaba a ser entrevistado por el funcionario de inmigración, otro inmigrante judío ruso le dijo que debía olvidar su nombre verdadero (Isaac Reznikoff) y elegir “un nombre americano para una nueva vida en América. “Dile que eres Rockefeller”, le recomendó, un apellido con garantía de éxito para el sueño norteamericano. Pero una vez sentado frente al oficial, y preguntado por su nombre, su abuelo apenas pudo decir una frase en yidis: Ikh hob fargessen (lo he olvidado). Y el funcionario apuntó literalmente, “Ichabod Ferguson”.
Así fue cómo comenzó en Estados Unidos la saga de los Ferguson.
Una novela sobre la identidad, la inmigración, la infancia, el amor a los libros y el destino. Auster se centra no sólo en lo inesperado sino en ese “¿Qué hubiera pasado si…? “ que a todos nos obsesiona. Una novela que invita al lector a pensar y que ofrece cuatro destinos distintos de una misma historia.
De ella han dicho que es la mejor novela de Auster. En eso no habrá acuerdo entre su público. Disfrútenla. Yo lo estoy haciendo y lo mismo hago con este Septiembre que comienza porque Agosto nunca fue infinito.