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Carolina Isasi

Mirando a la bahía

EL CLUB DE LAS MUJERES QUE HABLAN

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Me senté en un taburete alto y me apoyé en la barra, como quien se va a tomar un Martini. Eran las 12 del mediodía (tan poco tan mala hora para un Martini) de un sábado y dispuesta a cambiar viejos hábitos, salir del rojo y burdeos y pintarme de azul las uñas. Tenía el ánimo de ese color, entre melancólico y sociable y lo que ocurrió vino por sorpresa, pequeños regalos que te ofrece la
vida. A mi izquierda estaba sentada una mujer de unos cuarenta y bastante, ojos verdes, mirada profunda y larga melena, a mi derecha una mujer de edad parecida, pelo rubio, alta y delgada que decía que le encantaría tener mi color de pelo. Le miré y le dije que eso no era tan difícil, que a mí me gustaría tener su altura y que eso sí que era complicado… Las dos nos reímos. Reconocí su acento, venezolano sin duda alguna. Se llamaba Elena, y la de los ojos verdes, Patricia. También venezolana. La casualidad nos hizo compartir charla y se nos unió una chica joven y polaca de rastas rubias que me hacía a mí la manicura y que me dijo que intuía que a mí me gustaba la pintura… Se llamaba Ada, sin hache, y parecía un hada moderna. Dejó de lado mis manos por unos instantes y me enseñó un viejo cuaderno de piel con dibujos a lápiz que eran puro arte. Las venezolanas y yo nos maravillamos con los dibujos y seguimos hablando de Venezuela, de series y libros. La historia de Patricia era aparentemente normal. Su marido seguía trabajando en Caracas y ella había estado seis meses viviendo en casa de su hermana en Miami para alejarse de la situación política. Su madre octogenaria le había acompañado a Patricia pero pasados los seis meses había querido regresar a su casa de Caracas. La madre, de origen ítalo libanés, prefería la incertidumbre de sus cosas a la seguridad de lo desconocido. Patricia, antes de su viaje a Miami, había sufrido un intento de secuestro del que le costaba hablar y pasados los meses que tenía pensado quedarse en Miami, se acababa de instalar en Madrid. Elena, a mi derecha, parecía una mujer más
triste. Había perdido a su madre hacía siete años y le costó una depresión. Cuando parecía que salía de ella, conoció a un hombre guapo y seductor que le alegró la vida durante unos meses hasta que el día menos esperado, la había abandonado sin demasiadas explicaciones. Todavía lo contaba con ese dolor que los ojos no saben disimular y solo supe decirle que tal vez ese hombre había hecho su papel, sacarle de la tristeza más profunda y ahora tenía que olvidarlo para seguir viviendo con ilusión y energía. Elena no vivía en Madrid, llevaba años afincada en Roma y estaba en Madrid de paso. Me dijo que necesitaba leer más, que disfrutaba de las series pero que últimamente leía menos. Le hablé de los libros de la escritora italiana Elena Ferrante, de Daria Bignardi y su Historia de mi ansia y de mi amiga la periodista Karina Sainz Borgo y su magnífica novela La hija de la española que habla sobre Venezuela y sobre el desarraigo y se apuntó los títulos para leer. Creo en el poder sanador de la literatura y creo que las cosas ocurren por algo. Ahora que me miro mis uñas azules pienso que ese rato que nos juntó el destino había sido por algo. Intercambiamos teléfonos y prometimos volver a vernos.

Temas

El mar desde la distancia. Escritores, viajes y mucho más.

Sobre el autor

Estudié en el ya desaparecido colegio francés de San Sebastián y me fui a vivir un año a Dublín y otro a Oxford. Tenía claro que quería ser periodista. Devoraba libros y me gustaba escuchar historias. Vine a Madrid a estudiar periodismo y mis primeras prácticas fueron en radio Voz. Logré convencerles para que me dejaran hacer una agenda cultural diaria. De ahí me viene mi pasión por las exposiciones, conciertos y cualquier tipo de ocio que despierte mis sentidos. Sin darme cuenta me ví entrevistando en diversos medios, casi a diario, a escritores y he tenido la suerte de haber conocido a muchos de los que ya admiraba: Ian Mc Ewan, Martin Amis, Salman Rusdhie, Paul Auster, John Banville, Rosa Montero, Almudena Grandes, Juan José Millás… y considerarme amiga de muchos de ellos: Paula Izquierdo, Nativel preciado, Juan Cruz, Soledad Puértolas, Alicia Jiménez Bartlett, Ángela Becerra … y descubrir a otros tantos. Lo peligroso de las listas es que siempre te dejas a alguien querido. Para eso estará este blog, una memoria semanal para cuando lleguen los malos momentos siempre me queden los buenos recuerdos ¡Y esa bahía que tanto añoro!