Lo bueno acaba pronto aunque la medida del tiempo no sea muy objetiva. No han sido pocos días y he hecho de todo: disfrutar de la playa, de la Semana Grande, de mi familia, de la ciudad, de la radio con mi compañero Juan Mari Mañero, de mis amigos… He fotografiado la ciudad como una “guiri “y la he vivido como lo que soy: una donostiarra de pro. He revisitado Va Bene, el Antonio, el Eceiza… Hasta he vuelto al aquarium donde no iba desde hacía miles de años. He tomado el sol y he paseado con lluvia y me voy con una tristeza infinita, exagerada, desmedida, tal vez con miedo a volver a este otoño que se presenta crudo pero, regreso con energías. San Sebastián me recarga. Si tengo que hablar de una única novela que definiera este verano, esa sería sin duda El tiempo que nos une, de Alejandro Palomas, un hombre único al que sin conocer demasiado, me siento cercana. Me atrevería a confesarle más de un secreto y me iría a cenar con él cualquier noche porque sé que reiríamos y lloraríamos y sobre todo, disfrutaríamos. Eso es exactamente lo que yo he hecho con las mujeres de su historia: Mencía, Lía, Bea, Irene, Inés, Flavia y Helena y ahora entiendo su pasión por los faros. Es un libro para leerlo con calma, para saborear sus diálogos inteligentes y para reflexionar sobre lo que significa hacerse mayor. Vuelvo a vivir sin mar pero siempre estaré mirando de alguna manera a la bahía y para los que se quedan en Donosti, en el Festival de Cine, recomiendo la película dirigida por Oliver Stone, basada en el libro del gran Don Winslow, Salvajes ,con John Travolta y Salma Hayek. Para los que tenemos que irnos, siempre nos quedarán los domingos con churros y las cenas con los amigos.