Desde hace un año, no salgo a la calle sin mi cámara de fotos. Antes sólo la llevaba en ocasiones especiales: cumpleaños, fiestas, viajes… Ahora, cada vez me gusta más retratar esos instantes cotidianos, momentos triviales que sin embargo, cuando una echa la vista atrás, traen recuerdos inolvidables. Siempre he sido una nostálgica y eso es malo, porque ningún acontecimiento de nuestra vida regresa de la misma forma pero como también soy optimista, creo que muchos buenos me esperan todavía.
Ando algo obsesionada estos meses por la imagen, la luz y los contrastes, por lo tanto no podía perderme la exposición Annie Leibovitz: vida de una fotógrafa. 1990-2005. La organiza el Museo de Brooklyn (Nueva York) y la pasea por el mundo desde 2006: ocho ciudades de los EE UU, Berlín, París, Londres y, hasta el 6 de septiembre, Madrid (Consejería de Cultura. Calle Alcalá, 31. Entrada gratuita).
Dos plantas y más de 200 fotografías impactantes. Desde “celebrities “como Brad Pitt, Cindy Crawford, Demi Moore o Leonardo di Caprio hasta políticos como Bush, los Clinton o Condoleezza Rice. Su familia y su compañera durante 16 años, la escritora Susan Sontag, son el centro de esta muestra. Leibovitz sabe captar el alma de la gente y cuenta que cómo viajó tanto en coche con su familia, aprendió a mirar la vida a través de una ventanilla.
De pequeña se hartó tanto de que le mandasen sonreír ante cada instantánea que cuando su madre, ya mayor le pidió que le retratase, la sacó seria. A su madre esa fotografía no le gustó pero si una la ve, esa foto cuenta toda una vida.
Solo voy a contar una anécdota más porque la exposición hay que ir a verla y disfrutar con las instantáneas tan personales de Robert de Niro, Al Pacino o Johnny Cash. En una de las paredes de la exposición, junto a una fotografía de gran fotógrafo Richard Avedon, admirado por Leibovitz, cuenta esta leyenda que no transcribo textualmente: Avedon estaba nervioso, contaba con 79 años y acababa de estar gravemente enfermo.
Yo siempre le había admirado y le hubiera pedido que se desnudase pero no lo hice. El siempre hablaba con la gente a la que fotografiaba. Yo no se hacer eso. No puedo. Miro al objetivo y no hablo. El conseguía comunicarse con las personas. Yo no. No puedo hacerlo ni con mis hijas. Me cuesta sacar al exterior mis sentimientos. Pero quiso a Sontag, la cuidó en su larga enfermedad y cuenta con buenos amigos y es una maestrlla de la fotografía.
Música para hoy: La estadounidense Lucinda Williams, que actuó hace unos días en Madrid y a la que Leibovitz también ha retratado. Una voz negra dentro de un cuerpo de mujer blanca.