Lo mismo que hay días en los que la vida a veces parece conjurarse para que todo salga del revés, hay otros días que ocurre exactamente lo contrario. Será que la vida tiene sus propias leyes de la compensación que no siempre somos capaces de entender. Fue el jueves pasado. Un jueves de una semana muy complicada, tanto política como culturalmente. Puigdemont nos tenía en ascuas a todos y el sobre exceso informativo estaba empezando a pasarme factura. A todo eso se había unido una semana de altos niveles de contaminación en Madrid y había tenido que usar todo tipo de transporte público: autobús, metro, Car2go, Emov (estos son los coches eléctricos) Uber, MyTaxi, Cabify… para llegar puntual a cada cita que había tenido. Nuestra Alcaldesa Manuela Carmena no habría tenido más remedio que felicitarme. Solo me faltó tirar de bici automática. Caminé kilómetros, Gran Vía arriba y abajo, esquivé controles de Policía (algún majadero había dejado un coche abandonado en doble fila en plena Gran Vía, me enteré más tarde, creando un caos absoluto en esa zona) como si fuera una delincuente para llegar a entrevistar a mi querida Alicia Giménez Bartlett que publica una nueva entrega de la gran Inspectora Petra Delicado. Una Petra cada vez más fuerte, segura e irónica. Una Petra que me encanta como modelo de mujer.
Me he sentido estos días como una reportera de guerra porque la ciudad parecía un campo minado. La he sentido hostil, como pocas veces me ocurre. Las sirenas de las ambulancias y de la Policía se mezclaban indiscriminadamente, los bocinazos agujereaban mi oído y la nube de contaminación me irritaba los ojos. He añorado el mar, el romper de las olas, el olor a sal. Añoré mi ciudad pero llegué a todos y cada uno de mis compromisos y a punto estuve de robarle a mi hija una medalla que tiene de natación para colgármela encima de mi camisón y pasearme un rato con ella por la noche en mi casa con un tazón de Cola-Cao en una mano y unas galletas en la otra. Lo que sin embargo no he contado que la parte buena de esos días de tanto jaleo, ha sido conocer a la periodista del Diario de Navarra, Sonsoles Echavarren, premio Concha García Campoy, que reconoce trayectorias profesionales o trabajos periodísticos nacionales e internacionales de cualquier género y en el caso de Sonsoles el premio fue otorgado por el reportaje que publicó en su diario sobre intoxicaciones etílicas en menores.
Sonsoles tiene una gran habilidad para contar lo cotidiano, para acercarnos a esas mujeres anónimas y sin embargo grandes heroínas que luchan día a día para llegar a todo: trabajo, hijos, cuidar de los padres en muchos casos… y eso es lo que hace en Las reinas del patio (ediciones Eunate) pero con una altísima dosis de humor y sin juzgar a nadie. Nos veremos muchas veces identificadas en las escenas que narra. La periodista María Rey prologa el libro y cuenta cómo ella también se siente identificada y cuenta que tiene su propia corte, “las reinas del pasillo del Congreso “a las que ha tenido que acudir en multitud de ocasiones para que le cubrieran mientras ella hacía una escapada de un par de horas al pediatra o a una reunión del colegio de sus hijos o al festival de Navidad.
Sonsoles es una periodista de las que lo dan todo. Hablando con ella me di cuenta de que vive su profesión con pasión y que le entusiasma lo que hace. Estas columnas que empezó a escribir robando tiempo a su familia y al descanso, ahora ya las escribe en su horario laboral y cuando sale del periódico a todo correr, improvisando más de una vez una merienda rápida para sus hijos a los que intenta recoger en el patio del colegio, sigue siendo periodista, amiga y reina del patio. Sabe que las mujeres tenemos que ayudarnos y que una sociedad solidaria funciona mucho mejor pero también sabe que en ese patio, hay mujeres reales, como ella que hacen malabares para llegar a todo y que tienen grandes historias que contar. Ahí está la Sonsoles periodista, tomando nota mental de todo para que luego nos lleguen esas historias, siempre con cariño y respeto, algunas veces con los nombres de las protagonistas cambiados pero historias reales, a fin de cuentas. Gracias Sonsoles. Conocerte fue volver a conciliarme con el periodismo. Ya sabes, que a veces una no puede evitar algún desencanto de vez en cuando y tú en una semana que para mi fue como si hubiera tenido que ganar una gymkana, me hiciste ganadora de tu amistad y de tu pasión por el periodismo. Esto no hubiera ocurrido sin el cariño de otra gran periodista del Diario de Navarra, Marialuz Vicondoa que pensó en que Sonsoles y yo podríamos tener mucho en común y no estaba equivocada. Marialuz es además mi prima y mi amiga y mi apoyo cuando al escribir, las fuerzas flaquean. Allí estás siempre dándome ánimos. Gracias.