El domingo tuve algo de tiempo, e “hice el cambio de armario”. Normalmente soy previsora y ordenada, pero este año, y ahora que no me oye nadie, ¡creo que me he pasado! En plena ola de calor y yo sin ninguna camisetilla estampada que poder ponerme, sin sandalias, sin bolsos alegres, y ¡y sin bikini!

Llevamos toda la semana a 30 grados, y cada amiga a la que le he contado la peripecia, me toma por loca. “Sólo te falta poner el nórdico”, me dicen. A lo qué yo callo, otorgo y rápidamente cambio de tema pensando, ” Si tú supieras…”

Antes de que nadie me tache de ridícula ni de sexista. Me dirijo a las mujeres en el post de hoy, y utilizo sustantivos en femenino en el párrafo anterior, porque en una ocasión, y conviviendo con un hombre, le dejé un hueco tremendo en el armario para sus cosas, en un cambio de temporada “otoño invierno”, ni me acuerdo ya de que año. Y al ver todo aquello vacío, asustado, me dijo ¡Pensaba que te habías vuelto loca, a, ahora bajo el jersey!”

Desde entonces, sé que la mayoría de los hombres, utilizan la misma ropa en invierno y en verano. Para la lluvia las zapatillas son las mismas, usan un abrigo gordo y jerseys de lana (un par) sólo para el invierno, y para el verano, cada año, se compran un bañador y algún pantalón corto. ¡A, y sacan a la calle, las chanclas que han utilizado durante todo el invierno para andar por casa! La mochila, también suele ser la misma, ya sea para el gimnasio, escapada de fin de semana, la playa, o ir a pescar.

Pues bien, yo ya tengo todo en orden. Cada mañana me dan la bienvenida chaquetas y vestidos, que aunque aún no me puedo poner, sé qué se alegran de verme cada vez que abro el armario. ¡Están todos! Al qué tengo que darle una puntada, el estampado de hace seis años, los últimos que recogí el año pasado, el que le gusta a Iñigo, el de pasear a Yuka, ¡Todos están ahí de nuevo, y han estado esperándome todo este tiempo!

¡Bienvenidos!