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Amaia Michelena

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Evolucionando progresivamente

He vivido toda mi vida perdida en el monte. Para que os hagáis una idea, el camión de “congelados” venía expresamente a domicilio, como el de la tintorería. Y hasta, por lo menos mis quince años, “Telepizza” no subía la cuesta de casa. Crecí con el culo más duro de los alrededores, aunque también mis gemelos se fueron fortaleciendo tipo Martina Navratilova, y hoy es el día, que aún tengo problemas, para meterlos en unas botas de señorita decentes.

Llevaré unos cinco o seis años a pie de calle, soportando tamborradas, iñudes y caldereros. Y a pesar de qué protesto más que hablo, ¡en el fondo estoy encantada! Lo que más ilusión me hizo, desde el primer momento, fue el tema de los recados. ¡Qué no hay pan, pues bajo! Se acabó el coger el coche para acercarse a la gasolinera más cercana, a tres o cuatro kilómetros. Ya no hay que ir al frigorífico del trastero a por cervezas frías. ¡Se va al “Badulaque” y se compran!

Mi carro es naranja, gigantesco.  Lo mío en el mundo de la maruja mañanera, ha sido un progreso paulatino y apenas apreciable. Pasé de la bolsa con ruedines plegable, al carrito armado talla “s” en poco tiempo.  En nada, me agencié uno de cuatro ruedas. Hasta que mi abuela, hizo que me fijase en lo cómodos que iban empujando, en lugar de acarreando, los operarios de correos, con su “carro-herramienta” de trabajo. Y me hice con uno de cuatro ruedas, pero con tracción en todas ellas, ¡como los “Land Rovers”! Y además, por sugerencias prácticas de mi padre, este último tiene, departamento específico “porta congelados”, ¡y hasta enganche para el paraguas!

¡Podría hacer una parada y tomarme trece “marianitos” antes de comer, y todo seguiría en orden! Salvo por un pequeño detalle. Por más que me empeñé, jamás consigo que los rollos de papel higiénico, entren en el carrito, ¡ni comprándolos de cuatro en cuatro! Es una de esas cosas, que sin ser especialmente vergonzosa, siempre me ha abochornado. 

Qué me decís, de volar del coche a casa, y encontrarte con el vecino molón, que decide ayudarte con las bolsas. Y justo, lo que agarra, para que no te de la puerta en las narices, es el saco de 48 rollos de papel higiénico extra-suave triple capa. Lo mejor es que todo ser viviente, tiene que ir a comprar papel cada semana. ¡Lo peor, que hay cosas que siempre darán apuro a una zanahoria maruja!

Temas

carro, maruja, monte

Aventuras y desventuras de una zanahoria postadolescente

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