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Amaia Michelena

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De pintxos con mi chico Almodóvar

Cuando un donostiarra tiene visita, lo primero que piensa es ¡Dios, otra vez no llego a final de mes! Inmediatamente después del paseo por la Kontxa, la ruta del pintxo es tarea obligada, para todo aquel que pasa,  al menos una tarde, en la capital gipuzkoana.

Fue hace unos días, el día de mi cumpleaños. Había pedido fiesta en la oficina, aunque no tenía un plan demasiado especial. Un buenísimo amigo, de esos a los que no hace falta ver cada día,  me llamó de víspera anunciando sus vacaciones por la zona a bombo y platillo. “¿No te agobiarás, si vamos el día de tu cumpleaños?”, me dijo. La verdad es que nada más lejos. Caía en martes, un día de labor corriente y moliente, y víspera de Semana Santa. Aparte de muchas llamadas y la comida familiar de todos los años, no había planeado nada especial. Cruzamos tres palabras más, y en seguida lo organizamos.

La mañana la pasé nerviosa, contenta, y pegada al teléfono. Y justo cuando el día comenzaba a calmarse, lo mejorcito de Vitoria, afincado en Madrid, aparcó en pleno centro. Tras muchos besos y abrazos, paseo por la Zurriola abarrotada de ociosos, con un sol de julio más que de primavera a la vasca. Medio Paseo Nuevo, justo hasta la “valla fronteriza” que señala las obras, en la fotográfica,  y rápido retorno a la parte vieja. ¡Empezaba lo bueno, y olé!  Txakoli, más cocina en miniatura, y qué vivan los pequeños placeres.

En esta ocasión, como buenos jóvenes conscientes de la situación del bolsillo del otro, nos entendimos perfectamente desde el principio. No obstante, os voy a contar, los trucos de un foráneo, que tiene que sobrevivir a las visitas de sus amigos de Erasmus, primos de Huelva, o suegros de Alcorcón. Vendemos ciudad turística, ciudad gastronómica y turismo del !”pintxo” principalmente. Y a eso es  a lo que vienen nuestros visitantes Y lo que debemos  defender a capa y espada, sin hundirnos en la miseria más absoluta, ojo, y para eso, recojo a continuación, unos cuantos consejos.

El  primer “as en la manga” es llegar tarde. Te entretienes comprando unas revistas. Te “entretienen” al teléfono. Te has liado a última hora con, “qué-sé-yo”. Cualquier excusa es buena para ganar tiempo. Recuerda, quince minutos tarde = un bar menos = 30 € más.

En segundo lugar, y con lo bonito que es el entorno, lo mejor es programar un paseo, también para ganar tiempo. Aunque,  ¡no hay que pasarse! No sea que se mueran de hambre y sea peor, el remedio que la enfermedad!

El pecado mayor del reino es ponerse hasta las orejas en el primer bar. Generalmente es uno de los que más nos gusta, por eso lo hemos visitado el primero, queremos marcarnos un tanto. Pues bien, aquí es cuando hay que andar al loro, contarles lo buenísimos que son los demás bares de la zona, y no dejar que el camarero les adjudique el “plato turista”.

Es muy, muy, muy importante, hacer un ejercicio de reflexión, y recordar, con qué se volvía loca la prima Purita, cuando era pequeña. Si dejamos este bar para el final, probablemente tengamos suerte y se guarde de comer demasiado hasta llegar.

¡También tenemos la opción “b”. Podemos llevar a la prima Purita al bar con sus pintxos preferidos en primer lugar para que se plante!

Es primordial que estén cansados, de ahí lo del paseo. Si nos dejamos caer, casualmente, por la “Consti”, verán infinidad de terrazas y querrán sentarse. El turista es como un ratón trotamundos, pero el plan de estar de pie, demasiado tiempo sin andar, cansa a cualquiera ¡hacedme caso!

Lo mejor de todo es que uno coja el coche, porque se alojan en algún agroturismo de la provincia. Tú, déjales hablar a solas, adelántate con tu pareja, y gana espacio un par de veces. Verás como enseguida, te dicen amablemente y apurados, que han de marcharse y que se lo han pasado genial.

Como todo es buenísimo en esta ciudad. Si después de mucho tiempo, no has conseguido que tus invitados se retiren, otro buen plan es llevarles a algún bar, en el que el “pintxo/ración estrella” sea el postre. Además de disfrutar, sabrán, a poco avispados que sean, que se acerca el final.

Otra sentencia absoluta, es llevarlos a una cafetería. Matáis dos pájaros de un tiro. La prima Purita, podrá descansar las piernas, sentarse, coger fuerzas, y todo el mundo sabe, que el dulce es el final para cualquier comida, ya sea sentados, de pie, plato de cuchara o en miniatura.

Y si después de todo esto, seguís sin quitaros de encima a los japoneses del trabajo, que han venido de visita, es que no habéis querido, pero también es una victoria. ¡Podéis comer fresas el resto del mes, que están a muy buen precio, y vais a ser los reyes de la operación bikini!

 

 

Aventuras y desventuras de una zanahoria postadolescente

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