Llevo días viendo “masterchef, y pensando lo cañón que se ha puesto Jordi Cruz de un año para otro. Tanto, que se rumorea, que hasta la mismísima Eva Gonzalez, ha decidido cambiarlo por el modelo-torero. Tiene un punto kitsch, con sus americanas de paño y alerones de surfista, cuidadosamente estudiados. Y un “je ne sais pas” debajo de la camiseta, que si no hubiese enseñado en la portada de “Mens Health” aún estaríamos imaginando. La parte de arriba, y los gyn tonics, se ha quitado, según dice, para marcar tableta en esta edición.
Tiene cara de niño, a pesar de gozar de una de las voces más sexis y varoniles que he escuchado en mi vida. Empresario de éxito y guapo por excelencia, representa al hombre, ante el que todas, caeríamos rendidas pasados los treinta. ¡A los veinte, aún refunfuñamos, ahora ya no hacemos ascos a, casi, nada!
Según estudios recientes, de estos que publican las revistas más prestigiosas, cuando tienen un par de páginas en blanco, a falta de publicidad, a final de mes, los hombres con voz grave, resultan más atractivos a los ojos de las féminas y son más infieles. Todo en orden hasta este último dato. ¡Yo, de momento, les doy un voto de confianza, y más si son como el chef de la primera! No sea que los entendidos que abalan este tipo de estudios se patinen.
Voz de macho, rostro pueril, y los mejores abdominales, suman la combinación perfecta, para que todas nos demos la vuelta, y dejemos de lado lo que estamos haciendo. Maduritos a los que de repente les da por cuidarse, sin perdonar los brotes de soja ni el comino negro. Hombres que cambian el fútbol 7 en grupo, y las cañas con amigos al salir, por largas sesiones de entrenamiento en solitario, comprándose todo tipo de juguetes cuenta kilómetros, y camisetas transpirables último modelo.
¿Crisis de los cuarenta? ¡Qué baje Dios y lo vea. ¿Quién dijo, “no” a pegar un braguetazo?