De pequeña, yo no quería ser modelo. Aún así, me faltan diez centímetros, para la vida real, de una compradora compulsiva, adicta a las rebajas como yo. No vivo a ras de suelo, pero seguro que me quedaban mejor los pantalones, si no tuviese que cortar media pernera cada vez que me compro unos. ¡Además de costar unos diez euros más, por el tema de la modista! No es de recibo, que puedan sentarme igual de bien que a una mujer con las piernas hasta el cielo y más allá. Y es más, ¿en qué cabeza cabe, pagar más, por menos tela?

Tenemos “cierta”  suerte hoy, con la moda de los pitillos. Se podría hacer la vista gorda, a cierta cantidad de tela sobrante. Se frunce un poco en la parte de abajo y listo. El problema es cuando, estirando la parte inferior del pantalón, podríamos vestir a nuestra hija. Si el “modelito” es informal, no hay problema en tres o cuatro pliegues de rodilla para abajo. Con tejanos y playeras, todas vamos un poco más de andar por casa. Ahora, para la cena de empresa de Navidad, casi mejor, ¡subirse a unos tacones, si no se esconden!

Y, ¿qué me decís de las bodas? Hace poco tuve una, y fue inútil, pasearme por webs y blogs, de morenazas de 1,80, luciendo vestidos vaporosos. La idea que yo tenía en la cabeza era clara. Pantalón ancho,  de tiro altísimo, un “cuerpo” lucido, y taconazos. Pues bien, ¡ahí es nada! Todo look por el ombligo, es casi, tan alto como ancho, con lo que mis medidas, de cintura a hombros, rozaban las de una niña de ocho años con cuerpo de nadadora. Por si esto fuera poco, imaginad, la cantidad de tela que me sobraba antes de acortar el pantalón en cuestión. ¡A  punto estuve de matarme un par de veces en los probadores de las tiendas aquella semana, mi gozo en un pozo! La moda no está hecha para mí esta temporada, ¡claramente!

¿Lo bueno? Puedo fijarme en chicos bajitos, sin que se note que son oriundos de Liliput”, y no tengo que agacharme en el secador de la piscina!