La clave para oler bien las 24 horas del día, está en el chorrito del bote de la colonia. Y diréis, ¿De qué habla esta tarada? Ha vuelto a merendar yogures caducados… ¡Pues no, ahora voy, y os lo explico!

Resulta que tengo la gran suerte, de que me regalen la misma colonia, cara, carísima, cada navidad, y cada vez que cumplo años. Lo agradezco de mil amores, y no dejo de utilizarla, en invierno, y en verano. Es bastante fuerte. “Dulzona” diría yo, empalagosa, escupirían otros. Mi olor, a fin de cuentas, el que me caracteriza, de tres, o cuatro años, a esta parte. Es genial que la esencia perdure en fulares y bufandas. Y que el día que te das un “aguilla” rápida, y “no toca pelo”, también los rizos, tengan memoria olfativa. Lo mismo con cuellos de abrigos y mangas de chaquetones.

Ahora bien. A-lu-ci-na-réis, con lo genial que huelo, desde que me ha dado por utilizar colonia de litro “tipo bebé”. Al comprarse en el hipermercado, y costar euro y medio los 5 litros, en plan garrafón de aceite traído de Jaen, francamente, no tengo ningún cuidado, en echarme la mía y la de mis vecinos.

¡Estoy encantada! Por si esto no fuera suficiente, me he hecho con un pulverizador de jardín. Es mejor que cualquier recipiente al uso. No importa si utilizas perfume o la colonia más lograda de esta primavera, ¡la clave, está en el “chorrillo”! Gracias a este invento, me rocío cada mañana,  como cuando echo mata pulgón, a los rosales de la terraza, y tal cual salgo a la calle, oliendo a niño recién duchado. ¿Cómo os quedáis? ¡Os lo recomiendo mil por mil, ya estáis tardando!