¡Qué disgusto tengo con las revistas en agosto! Consumidora confesa de moda en versión escrita y prensa del corazón, no acepto anticipos de otoño en verano, ni de primavera en febrero. Ya veré yo, con qué combino las katiuskas, o si esta temporada me animo con los gorros peruanos de orejas largas.
Aunque de unos años a esta parte, podemos ver pildorazos de todo vía web, generalmente, las ediciones de Vogue, AD, ELLE, Mary Claire y el resto de mis preferidas, están en los quioscos, desde casi mediados del mes anterior.
El mayor de mis placeres es despertarme con la luz del sol, o con la claridad, porque aquí de eso no gastamos mucho. Sin despertador. Me chifla tostar panes como si fuéramos catorce en casa, poner la cafetera, y pasarme horas desayunando con los pies sobre la mesa, y las ediciones grandes y pequeñas de todas las revistas de moda, qué vende el librero de abajo. ¡Qué vivan los fines de semana!
El mismo plan lo aplico a puentes y vacaciones. El verano es un primor para saltar de la cama, y de ahí a la playa haciendo bueno. Y como embajadora del Carpe Diem me niego a ojear revistas de diseñadores que planean el futuro, como si fuera a cumplirse a ciencia cierta. ¡Boicot a las tendencias! Ya irán viniendo, o no…